Catalogo monumental artístico de 1917 de Ciudad Real (2)

Catálogo monumental artístico de España provincia de Ciudad Real. Madrid, 1917. Portuondo, Bernardo

CIUDAD REAL

RETABLO DE SAN MIGUEL.-. Se encuentra en la capilla del Sagrado Corazón. Es muy artístico y bello. Su estilo es, como en el de la capilla mayor, greco-romano, aunque ya muestra los principios de la revolución churrigueresca en el frontón partido sobre el pequeño cuerpo superior, así como en la decoración pictórica policroma de los marcos y de los pedestales de las columnas, consistente en follage, flores, frutas y figuras geométricas; pero no es recargado en exceso este adorno, y es también menos visible por no afectar casi a la talla. Ocupan el centro del cuerpo bajo dos buenas pinturas en tabla del siglo XVI de la escuela española, representando a San Miguel y S. Juan Evangelista, rodeadas de otras más pequeñas también muy estimables. El centro del cuereo alto lo ocupa una tabla representando la Purísima, delicadamente trazada.

IMAGENES.-Nuestra Señora del Prado. Imposible es ya fijar de modo cierto el verdadero origen de esta imagen, tanto se ha dado libertad a la fantasía en cuanto a ella se refiere por lo que toca a la historia y tanto se la ha destrozado por lo que se refiere a la arqueología. Para formar idea de lo primero bastará referir la leyenda que corre, y ha sido íntegramente acogida con muchos hechos a cual más maravilloso, en la obra a este efecto publicada del P. Fray Joaquín de la Jara, en más antiguos escritos por él admitidos, empezando por los del licenciado don Juan de Mendoza y Porras ( 1587), y los del carmelita Fray Diego de Jesús María. Cuenta Mendoza que en el año 1013, yendo a Velilla de Aragón un caballero natural de aquella tierra, Ramón Floraz, privado del Rey don Sancho el Mayor de Navarra, se le hundió en el terreno una pata a su caballo junto a una fuente, a la que se había acercado a beber; que ensanchando con la daga el agujero el mismo Floraz descubrió una bóveda de un lado de la cual salían fragancia y resplandor maravillosos; y que hacia aquella parte percibió unas puertas las cuales abiertas dejaron ver la imagen que allí estaba oculta. Preténdese que fue antes de la invasión árabe venerada ya en Velilla con el título de Nuestra Señora de Tormos, Torneos o Tornos, según el Carmelita Fray Miguel de San José ( 1644). Llevósela el caballero al Rey D. Sancho el Mayor (continúa Mendoza), a cuya muerte vino la imagen

a poder de su hijo D. Fernando I de Castilla. Alfonso VI la llevó al cerco de Toledo, y por su intercesión, «se entiende», dice el autor, «que, fue tan venturoso en la toma de Toledo»; y añade que habiendo sido vencido en «la vatalla que ovó con los moros junto a Badajoz», (llanura de Zalaca), lo atribuyó a olvido de la imagen, por lo cual en 1088 envió a su Capellán Marcelo Colino o Cocino, a recogerla en Toledo y que la llevase consigo, como lo hizo, y quizás por la intercesión de la Virgen tomó a Córdoba. Habiéndose detenido entre tanto el Capellán en unos caseríos y lugar pequeño llamado el Pozuelo Seco, vecino de Alarcos, fue vivamente instado por los vecinos para que la dejase allí; negóse el Capellán y siguió su camino; pero llegado a Caracuel echó de ver que la imagen había desaparecido de su caja, y, averiguado el caso, volvieron al Pozuelo, donde hallaron que milagrosamente se había trasladado, por lo que allí se la fabricó la ermita origen de la Catedral de hoy.

Desechando excesivas imaginaciones que nada justifica verdaderamente, siendo sabido que apenas existe hoy alguna imagen de estas anterior al siglo XI, la tradición admisible razonablemente, sin otra prueba histórica hasta ahora bastante podría hacer pensar a lo sumo que el culto sea algo anterior a la fundación de Ciudad Real por D. Alfonso X. En tal sentido es admisible entre las conjeturas la de que como en todos los lugares durante el tiempo de la Reconquista, en España, se prefiriese para el culto en la primera ermita que se hiciera en el Pozuelo, antes de Alfonso X, la imagen de la Virgen, a la que, por el lugar, se llamará del Prado (su advocación canónica es de la Asunción). Queriendo corroborar esa misma opinión sobre la antigüedad de la Virgen se aduce la existencia de un vestido que se dice a ella donado por D. Fernando 111 el Santo cuando estuvo con doña Berenguela en el Pozuelo (1242). Esto es muy dudoso, pues las imágenes en realidad empezaren a vestirse en el siglo XIV y a principios del mismo comenzó el uso de los mantos y velos postizos. Hasta el siglo XVI, dícese que estuvo sentada en silla dorada, pero entonces se transformó para ponerla en pie, a fin de adaptarla los vestidos. Se agrega que con los despojos de la talla un licenciado llamado Poblete fabricó una pequeña imagen, semejante a la primitiva, y la llevó al Perú, adornándose la leyenda con diversos milagros y hechos maravillosos, que relata el citado Padre Jara.

Examinando ahora la cuestión arqueológicamente observamos que la imagen solo conserva hoy visibles como auténticas de sus primitivas formas la cabeza de la madre y la del niño, y se colige a través de la tela que recubre adherida el deformado tronco de la primera el tamaño relativamente pequeño que cuando estuvo sentada tuvo. Por lo demás los brazos desaparecieron sustituidos por mangas colgantes a cuyos extremes van las manos, modernas también la cabeza fuera de la cara, tampoco queda visible, ni el cuerpo en forma apreciable. En cuanto al del niño, se halla desnudo con la sabanilla que le cubre las caderas y lo alto de las piernas tallado en pliegues bastante correctos y naturales. Todo ello demuestra que esta figura del niño ha sido totalmente reformada en el siglo XVI, pues el XV se inició esa costumbre de poner desnudo al niño, pero quedan, seguramente, dos indicaciones de la antigua forma que son interesantes: la primera es que la mano izquierda del niño vuelta hacia arriba, plegada y con el hueco de la palma relleno por la misma madera no ha podido tener antes de la reforma de la imagen la postura correspondiente a la actitud lógica y necesaria para sostener un libro, ni un pájaro, sino que debió tener la misma que conserva, apropiada a mantener un globo (si el bloque de madera que llena la mano no es el mismo parte del antiguo globo); y en segundo lugar que la posición de las piernas, que es natural se haya conservado aunque haciendo desaparecer la madera tallada sobrante del vestido que en parte las cubría, es la de haber estado el niño sentado en la rodilla izquierda de la madre y ligeramente ladeado. A pesar de ser tan escasos los antecedentes parece lo más cierto que la Virgen no corresponde al período de facciones inexpresivas, anterior al siglo XII, sino al de transición entre los XIII y XIV, más bien, a nuestro juicio (aún cuando este sea más aventurado), a principies del XIII de acuerdo con lo antes dicho con motivo de la tradición aceptable apoyado por la relativa incorrección de facciones que se adivina en la parte superior de la cara y cierta inexpresión en esa misma parte condiciones que también se entrevén en la del niño a través de las restauraciones de ambas figuras, pero sin que tales caracteres lleguen al extremo del período hierático, como tampoco lo alcanza el tamaño, que no es tan pequeño, de la imagen; la posición sentada es común a ambos períodos, si bien universal en el hierático y muy general en el siglo XIII siendo ya algo menos en el XIV. Demuestran en cambio no ser anterior al siglo XII las circunstancias de haber tenido el niño un globo en la mano y haber estado sentado con cierta inclinación en la rodilla izquierda; signos ambos que caracterizan sobre todo el primero entre otros la época de transición, mientras en la anterior se ve que el niño llevaba el libro de la Ley en la mano, y solía llevarlo a él la madre sentado en el centro del regazo y de frente al pueblo, ladeándose un poco al final de dicha época. En cuanto a la lógica existencia en el Pozuelo antes de D. Alfonso el Sabio de una imagen de la Virgen no argulle realmente la certeza pero si la probabilidad de que fuese esta misma (Por ser lo natural que el Rey respetase la imagen venerada por el pueblo prexistente al fundar la Villa, y después porque no es verosímil que en un siglo hasta fin del XIV se cambiase, dado que el progreso en la talla en ese corto espacio no fue bastante para que se pudiese hallar ventaja en la sustitución.); en cambio en lo que se refiere a la tradición completa relatada, los grandes errores y leyendas que la adulteran no permiten concederle demasiada autoridad, ni como hemos dicho la tiene la hipótesis que atribuye a Fernando III la donación de un manto o vestido a la Virgen. Artísticamente, la cara de la imagen es hoy morena, de óvalo muy agraciado y dulce expresión, y de facciones bastante bien trazadas en la mitad inferior (Ha de tenerse en cuenta que la boca y toda la parte inferior de la cara especialmente es indudable que han sido retocadas en la talla y probablemente casi toda la cara en la pintura.); la del niño algo más abultada y deforme es por obra de la restauración más expresiva también que debió serlo en su origen; tiene el pelo dorado, como la Virgen de la Blanca, que luego describiremos en la parroquia de Santiago.

En el camarín de esta imagen, de amplias dimensiones, y al que se llega por ancha escalera, cabe notar gran número de ex-votos, que confirman la notoria veneración de la Ciudad a su patrona; algún cuadro de interés, especialmente un tríptico que muestra escenas de la relación de Mendoza; unos a modo de estandartes de varios reyes, conmemorativos de su devoción a la patrona de Ciudad Real; y un crucifijo de marfil bien tallado. Entre las joyas de la Virgen es notabilísima la corona de plata (lámina 36) una de las más hermosas de su clase. Construida en el año 1614, (Su autor, como platero, fue Tomé Acosta, de la ciudad, por encargo del Licenciado Rojas de León, albacea de Juan de Villaseca, que envió de Méjico para la obra mil ducados. Parece que Tomé Acosta era cordobés.) tiene la forma imperial; constituye una obra delicadísima y profusa de orfebrería con medallones y abundantes y torcidos arabescos. Es casi cerrada en forma aproximada a la superficie esférica, abierta verticalmente por el frente y parte de atrás ocupando la línea media de ambas aberturas una faja o cincho metálico semi-circular adornado de broches y resaltes geométricos; en cuya parte más alta se unen sus bordes con los casquetes laterales de la superficie esférica antes dicha, alzandose sobre la unión una peanilla (En dos de los bordes de esta peanilla lleva las inscripciones siguientes: «I.V.D.S.M.» y «Aº. Gª. F.». La primera se ha traducido con gran verosimilitud por el Sr. Párroco de San Pedro, don Emiliano Morales, como sigue: «Joanes Villaseca dicavit Sanetae Mariae». La otra debe significar el nombre de un artífice, colaborador de Acosta acaso para el dorado, o para el cincelado mismo, pudiendo leerse en tal caso «Antonio García fecit». Tuvo esta Virgen un trono del siglo XVII, obra de Velasco, platero de Toledo.) que soporta una esferita dorada rematada por una cruz, llevando a ambos lados dos figuras finamente cinceladas. Es obra artística, suntuosa, rica y de buen gusto, aunque no puede naturalmente apartarse de las características de su época, siendo por ello la ornamentación muy copiosa y afiligranada. Tiene esta Virgen buenos vestidos, entre ellos el que supone regalado por el Rey Fernando III en 1242, de tela de oro y de plata con flores verdes y encarnadas y dos grandes cenefas de terciopelo, estando todo él guarnecido de camafeos de plata y plata sobre dorada con pedrería.

OTRAS IMAGENES-En la nave al lado de la Sacristía Vieja, en altar especial, se hallan el Cristo de la Piedad y la Dolorosa, de bien entendida expresión ascética el primero con la anatomía y maceración debidas sin violentas exageraciones y bien estudiado el cuerpo bellamente trazado en sus líneas y actitud. La Dolorosa interesa por su ademán espontáneo y cálidamente expresivo. El Cristo no está enteramente acabado por la espalda.

En la Sacristía Nueva se encuentra un cuadro de San Jerónimo que recuerda por el enérgico contraste del claro oscuro y la austeridad del dibujo y sobriedad del color los anacoretas de Ribera. Pudiera ser una excelente imitación o copia (Guardase asi mismo en esa dependencia un gran cuadro de Caxés representando el episodio de la presentación de la cabeza cortada del Bautista, y una Concepción de Lucas Jordán). Hay también por último un descendimiento muy apreciable pintado en tabla, al parecer del siglo XV, a juzgar por el hecho de que desaparecido ya el hieratismo queda sin embargo la incorrección anatómica del desnudo en el Cristo, algo acentuada.

También en el joyero se guarda un notable Porta-paz. Es, con el retablo y la corona de la Virgen, lo más hermoso de la Catedral como obra artística. Lleva en el dorso el punzón de Francisco Becerril, compuesto de un pequeño becerro y sobre él una F pequeñísima, y el de los plateros de Cuenca, consistente en un cáliz sobre el cual aparece una estrella, y debajo del cáliz se leen las letras «Cuen». En el anverso, en la parte inferior del marco, va gravada en menudos caracteres la fecha de 1565. El centro de esta joya es una placa bizantina de pórfido de (0'10 x 0'08 m.) del siglo XI representando la bajada de Cristo a los infiernos, sobre cuyas puertas derribadas se agrupan dos figuras oprimidas y humilladas en escorzos feliz y enérgicamente expresados por los pies de Jesús, las cuales simbolizan la muerte y el infierno, vencidos por él; a la derecha hállanse los justos, a uno de los cuales toma de la mano el Señor, y detrás de este otras dos figuras de hombre la una y la otra de mujer, angel o mancebo (con nimbo y al parecer coronados) que alguien supone ser el Reino de la Nueva Ley esta última y el Reino de la Ley Antigua la primera (También cabria suponer que se trata de una representación simbólica del Reino de los Cielos, que Jesús llevó al seno de los Justos que le esperaban. Se ha supuesto así mismo que ambas figuras representan en conjunto la Sinagoga que asiste a la Resurrección como base de la Nueva Iglesia guardando la antigua la actitud expectante y asombrada que se observa en la referido figura, explicando lo que estos opinan la juventud de esas figuras por cuanto la Sinagoga, primera en tiempo, por no ser eterna es más joven que la Iglesia Cristiana imperecedera representada como más anciana en los personajes de la derecha. De todas suertes es un punto todavía muy debatido ). En lo alto va escrita la voz griega HANAS TACIC, que significa Resurrección, explicativa de la escena. El trabajo de talla es admirable por la agrupación, el movimiento y la fuerza de expresión de las figuras, tanto como por la esmerada y minuciosa ejecución, sobrado perfecta y adelantada para su tiempo y para la índole del trabajo. La plancha va encuadrada dentro de un bellísimo marco de plata sobredorada y esmaltadas gran parte de las figuras que lo adornan. Es también este marco una preciosa obra de orfebrería, como queda dicho, de 1565. Semeja un retablo compuesto de dos montantes o pilastras laterales divididas en cuatro huecos bordeados de columnitas en forma de Hermes, que a modo de templetes contienen las figuras delicadísimamente trabajadas de los Apóstoles S. Pedro, S. Pablo y Santiago (En la reseña oficial a que después aludimos de la Exposición de Zaragoza, se supone sea este apóstol San Andrés, sin fundamento, pues lo que lleva en la mano es un báculo, como se figura a Santiago el Mayor y no la cruz de aspa, que caracteriza a San Andrés. Además, siendo de la Orden de Santiago este Porta-paz es natural que dé mayor preeminencia a la imagen de su Patrono) y de San Juan Bautista. En las extremidades de las mismas pilastras, decorando los pedestales y capiteles de ellas, aparecen sentados los cuatro Evangelistas con sus símbolos respectivos; y en el friso y zócalo que completan horizontalmente el marco, van representados sin esmalte (a diferencia de las anteriores figuras esmaltadas en colores traslucidos y brillantes), en el primero la batalla de Clavijo, triunfo atribuido al apóstol Santiago (a cuya Orden militar, en su gran encomienda de Uclés, pertenece este porta-paz, hoy en poder del Priorato de las Ordenes todas, reunido como se sabe en esta Catedral y Cabildo); y en el zócalo dos figuras puramente decorativas recostadas sobre un florón.

Encima del friso, y a guisa de ático o coronamiento, se agrupan en torno de un lindísimo medallón, en que se representa en brillantes esmaltes la imagen de la Asunción rodeada de ángles, las figuras de las virtudes cardinales: Justicia, Templanza, Fortaleza y Prudencia; a los lados, por encima de las pilastras vense dos medios medallones en cuyo centro se destacan dos imágenes: la una de un personaje orante y la otra de una matrona que derrama el contenido de un jarro; sobre el medallón central de la Asunción, encima de un pequeño remate, se levanta una delicada esculturita de Jesús con el globo en la mano izquierda y bendiciendo con la derecha.

El reverso de todo el porta-paz se compone de una plancha de plata dorada con un asa adherida en forma de Quimera, con el cuerpo de mujer, sustituidos los brazos por las alas tendidas y fijas sus extremidades en la plancha, y prolongándose el tronco por la parte inferior en una doble cola de pescado, cuyas extremidades fijas también en los ángulos inferiores de la plancha completan la sujeción del asa- Es un hermosísimo trabajo de elegancia exquisita. Toda la obra es de una delicadeza, un acabado y un gusto admirable, y deleita su examen. Estuvo expuesta en la Exposición Colombiana primero y más tarde en la «Retrospectiva de Arte» de 1908, celebrada en Zaragoza para conmemorar el Centenario.

Entre otros objetos de metal son da apreciar dos lámparas, una de metal y otra de plata, resto la primera de nueve que hubo en la Iglesia, cuya historia a grandes rasgos dicen que es la siguiente: En las paredes laterales cerca del altar mayor había colgadas ocho lámparas de plata diferentes de los siglos XVI y XVII donadas por los fieles y algunas enviadas de las indias;, pero vendidas a principios del siglo pasado para los gastos de la guerra de la Independencia se pusieron otras de metal dorado parecidas, de las cuales quedan hoy tres; la citada al principio en la Capilla del Sagrado Corazón de esta Iglesia y dos en el Cementerio; la otra que hubo de plata frente al presbiterio de más de 80 libras de peso, desapareció, hallándose hoy en su lugar la arriba mencionada también de plata de unas 50 libras, con la inscripción en torno indicadora del donante, que expresa proceder de D. Diego Muñoz y su esposa, y con la fecha 1817. Parece que fue donada por agradecimiento a la Virgen que había librado a una hija suya de grave daño en una caída.

De maderas talladas, aparte del antiguo cancel, de que ya queda hecha referencia, existe en la sacristía, parte de una hermosa cajonería churrigueresca del siglo XVII, de la que otra parte se destinó a formar una especie de marco algo impropio a la puerta de entrada de la misma Sacristía nueva. Forma como un gran armaria de gratas proporciones y elegantes líneas, con la bella y todavía sobria traza de los albores del churriguerismo, que aún conserva en gran parte las líneas fundamentales del Renacimiento. Bajo una sencilla cornisa de dilatada curva, que ostenta graciosa moldura por coronamiento, divídese el frente en ocho puertas de regular tamaño y diversas pequeñas, simétricamente distribuidas cuyos tableros se cubren de ligero entramado de la misma madera aparentando celosías; alternase en otras esta ornamentación con pequeños balaustres, recuadros y cruces con los brazos cubiertos de aquél mismo adorno. Muchas de las puertas llevan tiradores de hierro con figuras diversas.

Para terminar el examen del interior de la Catedral solo resta añadir que la magnitud de su nave y elevación de los muros, con la falta de capillas en toda la parte inferior de aquella, le da cierto aire de desnudez que se acentúa más desde que terminó la costumbre que antes había de colgar de la bóveda los estandartes usados en la proclamación de los Reyes, habiéndose reunido a veces hasta seis, costumbre que desapareció después del reinado de doña Isabel II. Sin embargo tal desnudez por fortuna se compensa algo con la severa grandeza de sus proporciones y líneas.

ASPECTO EXTERIOR Y TORRE.-Reseñados el rosetón y la puerta del Perdón, que, flanqueados de sólidos contrafuertes, ocupan la fachada de Poniente; el pórtico del Mediodía y la insignificante puerta ojival del Norte, nada queda en realidad que añadir en este punto sino que entre los muros exteriores de la Sacristía Vieja, del siglo XVI (En la fachada de este cuerpo se lee entre sus adornos una inscripción que dice: «ANNO XPI» y aquí sigue el adorno destruido en parte; pero puede apreciarse que entre él, poco más adelante, quedaba otro hueco en el que sólo podían caber dos letras; de donde resulta que; teniendo presente que solía a veces suplirse en estas inscripciones de M por la I de la cifra romana, y siguiendo al crismon en esta divisa un trazo, al parecer, de I romana, y suponiendo en el otro hueco la D y otra cifra, quedaria la fecha nece- sariamente comprendida entre IDI, (o si ese trazo primero no se contase o fuese parte de una M MD), yIDC o MDC a lo sumo; es decir que la fecha cae siempre en el siglo XVI. Por otra parte en 1551 se hizo la antigua torre sobre este cuerpo lo que casi de cierto indica que la fecha debió ser escrita en esta forma: «ANNO XPI»... «DL»- = 1550.), del Renacimiento, y el citado pórtico de un lado, y de otro el exterior de la capilla del Sagrado Corazón, hay una triste disonancia en carácter, propiedad y hermosura, y que tales adiciones destruyen la armonía de la fachada que más pudiera interesar por ser la que teniendo delante la plaza del Prado queda descubierta, completando el abigarramiento e insignificancia actual de ella el cuerpo del edificio moderno agregado a la Sacristía Nueva y dependencias- Las otras fachadas se hallan encajonadas entre estrechas calles, bien que por fortuna nada ofrecen de particular fuera del atractivo que les presta la vetustez de sus muros y contrafuertes-

En cuanto a la torre es de advertir, en primer lugar, que es la última de una verdadera serie de construcciones, reedificaciones y reformas- En efecto, existió primero al Norte la torre primitiva de la ermita convertida en Iglesia por don Alfonso el Sabio, en la que hubo de ser acaso colocada la campana que hoy se ve en la ventana Este de la actual, de ser auténtica una inscripción que la misma se dice llevaba (Hoy por haber sido refundida la campana nada de esto puede apreciarse) demostrativa de que fue donación a la Virgen del Santo Rey D. Fernando III. Decía la inscripción de esa campana: «Asumpta est María in coelum, gaudent angelí; laudantes benedicunt Dominum», y en la parte inferior: «Dióme a la milagrosa imagen de Santa María del Prado la devoción de la Magestad del Señor don Fernando en 1242»; y en el exterior tenía una cruz y once escudos de Castilla y León en medio de cada uno de los cuales había una flor de lis- Tal dice Quadrado, y los antiguos de la Iglesia lo confirman y recuerdan- Posteriormente, según un informe de que se hace eco en nota a la página 76 de su obra ya citada don Luís Delgado Merchán, esta torre debió sufrir el aditamento de otra mayor, cuyos muros exteriores tenían como envolviendo a la primitiva, lo cual se observó con motivo de su demolición, hallándose según parece, en la obra monedas de los Reyes Católicos, lo que indicaría la fecha de estas obras- Después se hizo la reedificación de la que precedió a la actual asentada sobre el cuerpo de la Sacristía Vieja del siglo XVI- Dicha torre fue empezada en 1551; mientras se edificaba la actual ya proyectada- Esta se empezó en 1625, se reparó en 1651 (Por Ignacio Vélez Calderón), y se terminó en 1825 a 1840 (Según otros en 1850), compuesta, como hoy está, de cuatro cuerpos, todos de piedra labrada, lo que elevó su costo a 250.000 pesetas, (Hervás). La antigua torre se derribó a mediados o fines del siglo XVIII según unos; parece según otros que en 1819; queda como indicio la escalerilla de caracol que sube al relicario. La moderna, hasta las recientes obras, tuvo por cubierta un chapitel terminado por aguda flecha, que era mucho más airoso, esbelto y elegante y adecuado al orden general de la construcción que la actual cupulilla con que se sustituyó.

En el orden arqueológico, según los principios que hemos expuesto anteriormente, creemos que debió ante todo, conservarse, restaurarse o reproducirse fielmente la antigua construcción, tal como era; tanto más cuanto que a esa regla general se unía en este caso el estilo de la torre dentro del Renacimiento; basta comparar la figura adjunta con la antigua que se conserva en la Comisión provincial de Monumentos, teniendo además en cuenta el barroquismo polícromo de las escamas de la cupulilla y el proseísmo desairado de sus barandillas y linterna de hierro, para apreciar el lamentable error cometido-

SAN PEDRO

Oficialmente su advocación es la de S. Pedro y S. Pablo- Esta parroquia es de gran antigüedad también, sin que pueda fijarse su fecha con certeza, debido a que los prolongados litigios locales en esta materia han oscurecido y enmarañado el asunto, amontonando alegatos y declaraciones de todo género, de cuya complicación y abundancia se forma idea examinando el llamado «Libro Becerro» de la parroquia- Según Ramírez de Arellano debe ser en su principio del último tercio del siglo XIV; pero hay construcciones del primer tercio del XV, como las tres portadas y parte de los muros exteriores, y otras de distinta época, nacidas de la necesidad de evitar su ruina.

Está la Iglesia levantada sobre una gran lonja, que, a su vez, se eleva algo sobre el piso de la calle- Tiene verdadero carácter. Su aspecto severo y hermoso conjunto dan una primera impresión grata y honda de monumentalidad y arcaísmo, que no se desmiente en su interior. Son sus tres naves anchurosas, dilatadas las ojivas de su bóveda, conforme al estilo de la época, gravando sobre recios pilares rodeados de ocho medias columnas adosadas con capiteles en que se aprecia distinto grado de corrección en la talla y diversos motivos ornamentales, pues mientras en unos se emplea el follage algo más rudo, en otros es este de labor más perfecta, y en otros se muestran figuras de animales y humanas (entre estos se hallan los del crucero); y aún existe uno de los capiteles en el crucero totalmente liso y sin labrar. En lo alto de los muros divisorios y laterales de las naves lleva por cima de los arcos formeros, igualmente espaciados, caprichosos, elegantes y delicados rosetones de variadas tracerías, los más sin dar paso a la luz, y solo algunos en los muros laterales exteriores abren sobre la calle. El aspecto general de este interior, con sus naves no muy elevadas, junto al efecto de amplia ponderación en las dimensiones el atractivo de su sencillez airosa, noble y elegante, propia del segundo período ojival, con cierto matiz de sobría y austera virilidad que es peculiar de este templo. (1 He aquí el juicio de conjunto del ilustre arqueólogo Salomón Reinach: «Tiene esta Iglesia los caracteres todos del gótico español; robustez de miembros arquitectónicos en contra posición a las formas delgadas de los influidos por el elemento francés del Norte; la pequeña diferencia de altura de la nave central con las laterales y el poco desarrollo de vanos y contrafuertes debido todo al influjo de las construcciones románicas, calcando en la Puerta del Perdón las más positivas bellezas de este estilo. Parece ser su construcción de últimos del siglo XIV y primeros del XV- (Citado por Hervás) ).

La crucería de las bóvedas es sencilla y poco recargada, perfectamente a tono con el resto de este hermoso interior; el ábside o capilla mayor de 1473 tiene el cascarón en forma radial- En el presbiterio al que conduce una amplia escalinata de piedra, hubo un antiguo retablo (Era del Renacimiento con la estatua de San Pedro sedente en el centro y a los lados en esculturas y relieves policromos 16 pasages de la vida de Cristo; y en el centro superior la escena del Gólgota. (Hervás)), que se restauró en 1827 colocando en él el cuadro, muy hermoso y de grandes proporciones de don Luís López, representando a San Pedro y el paralítico, que hoy se encuentra al pie de la nave del Evangelio. A ese retablo se sustituyó el actual que es de escayola, ejecutado en 1863 por don Silvestre López Donaire de la capital (Hervás). Simula mármoles de diversas clases y su estilo es neo-clásico. Nada tiene que revele originalidad ni gusto; es una obra sin importancia de una frialdad y falta de interés artístico deplorables en un templo de tanto carácter y mérito.

A los pies de la Iglesia se halla el coro de principios del siglo XVII; la construcción de yeso y ladrillo fue terminada en 1615, por Antonio Fernández, arquitecto y entallador de la Ciudad, con las rejas y gradas de acceso, as¡ como las del altar de Nuestra Señora de la Guía y Puerta del Perdón; tres años después el escultor Juan Espinosa construyó la sillería y talló los escudos del frente (Hervas). Todo ello es del Renacimiento, con cierta abundancia ya de ornamentación en la parte de fábrica- La sillería se compone de sencillos asientos llevando los respaldos separados por columnas corintias adornadas en la parte inferior del fuste con flores y frutas muy bien ejecutadas y con cierta parquedad todo- En la parte alta de los respaldos llevan unos como pequeños marcos o tablillas con frontones partidos en su borde superior y medallones ovalados en el centro; ofrecen la particularidad de que en uno de estos marcos, el correspondiente a la primera sillo de la derecha mirando al presbiterio, el fondo del marco o recuerdo se halla todo tallado en formas geométricas, sin que se continuara luego la obra intentada en los demás- En general resulta elegante y de gusto, sin pompa ni ostentación, esta sillería.

En la parte anterior del coro, de frente al altar mayor, se ve el de Nuestra Señora de la Guía, cuya Virgen procede del célebre Convento de Santo Domingo, derruido a principios del siglo pasado. Va esta imagen encerrada en un gran templete de cristales y madera dorada, obra de mediados del siglo XVIII, de ya recargado estilo churrigueresco. Sobre el altar sirve de soporte al templete un cuerpo central en cuyos frentes se ven de medio relieve la Adoración de los Reyes y pastores y misterios de la vida de Virgen, yendo este cuerpo rodeado de cuatro grupos de ángeles, en las esquinas sosteniendo los basamentos de otros ángeles que teniendo a sus espaldas dobles columnas sostienen en sus hombros una tercera truncada, formando los capiteles de las tres columnitas junto a la misma altura el apoyo, en cada ángulo superior del templete por dichas columnas flanqueado de una escultura sentada, respectivamente de Malaquías, Isaías, Jeremías y David, elevándose entre las cuatro el coronamiento a modo de cimborrio ó pináculo bastante elevado y exornado el cual remata una figura de ángel señalando al cielo- El conjunto, como es propio de obras de este género, aparece de grandes proporciones y suntuoso, multiplicándose las líneas curvas y quebradas, así como los motivos ornamentales variados no sin alguna extravagancia a veces. Peca como otros ejemplares del estilo, de amanerado y retorcido en su disposición y ornamentos- Pero es innegable que la ejecución y talla es toda muy esmerada, correcta y acabada en todas sus partes, y el mismo conjunto, dentro de su barroquismo, tiene cierta armonía y algo de aéreo y esbelto que agrada, con curvas gallardas, si se las considera aisladamente.

La imagen está sentada en silla de plata muy labrada en el mismo gusto del siglo XVIII, con los detalles verdaderamente antiestéticos de una larga cabellera suelta de metal, y de la llamativa aureola de plata sembrada de cabezas de ángeles entre sus rayos, fijos ambos accesorios en el respaldo de la silla, sirviendo de medios de sujeción, sin duda- Su cara algo ancha y abultada pudiera decirse que es de tipo, a lo Rubens, harto humanizado sin expresión, inmóvil, pero no rígida ni incorrecta, interpretación poco adecuada, artística y espiritual; la ejecución de paños y manos como de época tan avanzada es correcta en general. En la actitud de la madre y el niño hay desde luego grandes diferencias con las imágenes antiguas- La madre sostiene al niño sobre su rodilla izquierda sentado, teniendo ésta un poco más alta que la derecha. El niño desnudo lleva la sabanilla bien plegada, sostiene en una mano un globo dorado; y la otra la extiende simplemente sobre el seno de la madre, sin la antigua actitud de bendecir.

CAPILLAS E IMAGENES.-La principal capilla es la que está al costado de la nave de la epístola ya sobre el crucero. Fue fundada por el Capellán de los Reyes Católicos, don Fernando Alonso de Coca, chantre de Cória, y canónigo de Sigüenza. Antes estaba consagrada a la «Santa Concepción de la Virgen Santa María». Hoy el retablo de su altar es de Nuestra Señora de Loreto. La portada de la capilla, que es toda ella del siglo XV (fines), muestra bien en su adorno la transición del estilo ya decadente gótico al Renacimiento, o sean las formas del plateresco. Es un grande arco de medio punto en cuyos estribos se ven bajo pequeños arcos decorativos de decadente ojiva, a guisa de doseletes, las imágenes de San Pedro y San Pablo. Las archivoltas semicirculares se adornan de fuera adentro con los siguientes motivos: una con la imitación de grandes ramos de flores vistos de perfil y empalmados, a manera de guirnalda; otra, con la figura en análoga disposición de un prolongado sarmiento con sus hojas y racimos; y la última con una serie de crucíferas- En el tímpano que cubre el vano del arco van las armas del fundador y por debajo un falso arco rebajado decorativo bordeado de crucecitas. La reja es muy ligera con una inscripción calada, en letras monacales, a la que falta un trozo y que dice: «Esta obra mandó hacer el Señor Chantre de Cória». Esta portada en conjunto es rica, interesante y bella, pero más lo sería sin cierta sequedad y desnudez del tímpano que cierra el vano del arco, apenas atenuada por el escudo que ostenta, y que hace preciso como compensación el artificioso arco rebajado inferior que a nuestro entender resulta perjudica¡ a la belleza de la portada y la empequeñece.

Dentro de la capilla llama la atención primeramente el sepulcro del Chantre. Es de alabastro y aparece el fundador tendido sobre el sarcófago con un page a sus pies y el escudo de sus armas en la urna- Lleva una inscripción en los mismos caracteres monacales que dice: «Sepultura del Chantre Fernando de Coca, fundador e dotador de esta Capilla e Capellanía, finó a ... días de ,.. año DM -..»; no llegó a ponerse, como se ve, la fecha de la muerte del Chantre, que en vida hizo esta obra (No falta algún indicio, por hoy no aclarado, para sospechar que detrás de la cal que cubre el fondo del nicho que deja el arco sobre el sarcófago hoy solamente disimulado con un cuadro vulgar del Purgatorio, pudieran esconderse labores más en consonancia que un encalado muro con la rica y fina labor del sarcófago mismo y del arco que bordea el hueco abierto sobre él. Claro es que cabe suponer que la obra total no se terminase, faltando esa parte del proyecto, quizás porque la muerte del propio chantre lo impidiese. Es de esperar que algún día se hagan las inteligentes calas precisas para resolver esa duda, dado que el competente y aficionado párroco actual D. Emiliano Morales, participa de esa sospecha, que él nos indicó. La labor del sepulcro es excelente en las figuras y vestidos del Chantre, lo mismo que en la talla esmerada de la ornamentación de la urna y del arco conopial superior, bien elegante). Ilumina la capilla una ventana pequeña ojival bordeada de hojarasca, frutas y guirnaldas.

El retablo de Nuestra Señora de Loreto es de alabastro también gótico-florido en forma de los llamados de batea- Lleva en la parte alta del cuerpo central de relieve la escena del Crucifijo con la Virgen y San Juan al pie encuadrada, con pináculos y arquerías del estilo profusamente adornadas; y en los dos cuerpos laterales se representa en relieve también las escenas de la Visitación, Desposorios, Presentación y Nacimiento de la Virgen con los mismos elementos de ornato circundantes. En la parte inferior, como zócalo, van de talla las figuras de San Pedro, San Pablo, San Juan Bautista y San Marcos a los lados de una alegoría de la Resurrección de Cristo entre dos ángles. En la parte alta y en toda la banda decorativa que bordea el retablo se encuentran de trecho en trecho las armas del fundador. El retablo todo, como muchos góticos, tiene el aspecto de cruz deformada. La agrupación de las figuras es elemental o rudimentaria tendiendo alguna vez a ponerlas seguidas en fila y de todos modos con poca naturalidad y elegancia en la composición; las figuras en si mismas son defectuosas anatómicamente, rígidas, especialmente en los paños, en cuanto a la expresión es a veces el gesto deforme y aún de manifestación un tanto contraproducente en el ánimo del espectador. Mejores son en general las figuras del zócalo o cuerpo bajo. En cambio todo el retablo y las mismas figuras por lo general tienen una poderosa espiritualidad, sintiéndose toda el alma del artista puesta en su obra para producirla impresión profunda de las escenas que traza con una unción íntima que se comunica al que las contempla, no obstante las materiales imperfecciones de ejecución.

Es una obra vasta, minuciosa y de un verdadero mérito sobresaliente.

La imagen de la Virgen de este altar es muy posterior. Está en pie con un ramo postizo en la mano, túnica y manto terciado al lado izquierdo sobre el brazo que sostiene al niño. Este lleva una camiseta y en la mano un globo dorado, mientras con la otra bendice; madre e hijo sin expresión marcada pero sin rigidez de facciones. Los pliegues del ropage son variados y sueltos; lleva la madre ceñidor dorado, y tanto ella como el niño coronas de mal gusto doradas. Fue restaurada esta imagen en 1878. Salvo tosquedades y deficiencias de factura y postizos accesorios, la imagen por sus características más generales parece ser del siglo XVI, pues siendo ya por su ejecución realista se ve no obstante, que no tiene aún aquellos excesos de adorno y más o menos extravagantes novedades que marca el siglo XVII, y sobre todo el XVIII.

En esta capilla se encuentra además un hermoso lienzo representando la Sagrada Familia; en primer lugar está el niño sentado en unos cojines blancos y sobre una tabla o mesa estrecha; detrás la Virgen de pie, y en segundo término San José parado. Es de hermoso color y buen dibujo, sobre todo la cabeza de la Virgen que es bellísima y parece obra de alguno de los pintores que estudiaron en Roma en la segunda mitad del siglo XVI, sin que nos atrevamos a decir de cuál, dice R. de Arellano. Añadiremos confirmando esa impresión, que la cara de la Virgen es de dulce y recogida expresión y hermosas facciones, los paños hechos con gran delicadeza, soltura y elegancia de línas, siendo especialmente el velillo que anuda sobre su pecho de una transparencia y ligereza de factura admirables; la figura de San José, muy en sombra, apenas se percibe; la madre sostiene un libro abierto que el niño hojea en sus manos; el colorido es delicado y brillante y el trazo correctísimo y gracioso en extremo; de corte acabado y suave, recuerda algo el estilo de Rafael, lo mismo que la idealidad de formas que en todo el cuadro resplandece. Tiene sin embargo más acentuada la nota mística del Renacimiento español, superior en esto al italianoromano, de un plasticismo más realista dentro de la elevación y la gracia que no puede desconocerse.

Doña Juana Manzolo Treviño de Loaisa construyó la capilla de la nave del Evangelio en tiempo de los Reyes Católicos, según consta en el escudo que corona su portadla, dedicándola a San Juan Bautista (Hervás), cuya imagen se ve en la jamba derecha del arco de entrada- Se venera en ella la imagen de Jesús Nazareno que perteneció al antiguo y arruinado Convento de Santo Domingo. Tiene esta capilla bóveda de crucería, y su portada la forma un arco cubierto en el intrados y jambas, a guisa de adornos, de caratúlas, florones, faunos y figuras que pudiéramos llamar dantescas o de aquelarre, con más fuerza de expresión y tendencia ascética que buen gusto, entre las que abundan calaveras y otras semejantes destinadas, sin duda, a recordar la muerte y las penas eternas. Todas esas figuras van en pequeños casetones o recuadros.

La capilla del lado de la Epístola se denominaba de los Veras (sus fundadores), y se dedicó en un principio al Santísimo Cristo de la Oración y a nuestra Señora de Guadalupe pero habiendo pasado en 1650 a ser propiedad de la Iglesia, en 1822 se trasladó allí el Cristo llamado primero «Santo Crucifijo de San Pedro», en 1599, y luego «del Perdón», y en 1853 «de las Aguas», (lámina 49), por las rogativas que se hacían en tiempo de sequía implorando la lluvia. Actualmente se encuentra el antiguo Cristo en un nicho u hornacina del trascoro, habiéndolo sustituido con el nombre tradicional en la capilla una imagen moderna del Crucificado. La antigua, perteneciente al siglo XIV, tiene la original colocación de los pies clavados de frente al de debajo y de perfil el que va encima- Es en todos conceptos muy interesante ejemplar ya que el progreso en estas imágenes fue más lento y tardío que en las Vírgenes. Su anatomía tiene defectos y desproporciones, pero es original y enérgicamente expresiva toda la concepción; la cabeza especialmente de una expresión intensamente sentido de sufrimiento virilmente soportado, resignado y noble; la sabanilla un tanto grande, muestra pliegues variados y múltiples bastante bien concebidos y ejecutados; el cuello es algo largo, propio de la tradición aún reciente del siglo XIII, según se ve en las Vírgenes de esa época, acaso influencia del arte espiritualista y de elevación simbólica ojival, iniciado en ese siglo XIII.

Tanto esta capilla de los Veras como la anteriormente reseñada tienen excelentes rejas, con las bichas que las adornan bien repujadas. Para completar la relación de las imágenes falta añadir la de San Juan Bautista, pequeña escultura, cuya efigie se halla en la nave de la umbría y es del año 1765, con desdichados detalles típicos de la época. Y en cuadros al pie de esta misma nave, en el trascoro, el aludido al principio de San Pedro y la curación milagrosa del paralítico, correcto de dibujo, bien entonado el color, de composición acertada, y muy propia y sentida la expresión de anhelante esperanza del paralítico. En la Sacristía una muy aceptable imagen de la Virgen del Carmen con el niño, de fina factura idealista su dibujo, y coloración suave y armónica; está algo deteriorado. En el paso de la Iglesia a la Sacristía hay un cuadrito también de notar: representa la Virgen con el niño dándole el pecho; el dibujo es ligeramente incorrecto y la cabeza agrada por su modestia y místico recogimiento; el niño vuelve la cara, de expresión viva, dejando el pecho y con su mano sujeta la de la madre que lo recoge; el niño va desnudo de medio cuerpo arriba- En torno lleva el lienzo en el marco una leyenda que dice: "Hierusalem, nigra sum, sed formosa filia".

RegresarSeguir


Regresar a historia de Ciudad Real