El Refranero popular de la lengua española (l)

  La cerilla tiene cabeza pero no tiene corazón.

  La chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar

  La ciática no se cura, con cualquier barata untura.

  La ciencia no es para el borrego, ni las velas son para ciego.

  La ciencia no se asimila por debajo de la axila.

  La ciencia quiere prudencia y experiencia.

  La ciencia siempre es decente, y la ignorancia insolente.

  La codicia rompe el saco.

  La comida del hidalgo: poca vianda y mantel largo.

  La comida entra por los ojos.

  La comida paseada y la cena reposada.

  La comida reposada y la cena paseada

  La compañía del ahorcado: ir con él y dejarle colgado.

  La conciencia es a la vez, testigo fiscal y juez

  La conciencia vale por cien testigos

  La condición del tordo, la cara delgada y el culo gordo.

  La confianza mató a su amo.

  La constancia decisiva, vence al fin la suerte esquiva.

  La contrición del pecado, no repara el mal causado.

  La corneta, lo mismo toca a diana que retreta.

  La cosa bien pensada jamás es errada.

  La costumbre hace ley.

  La cuba huele al vino que tiene.

  La cuenta de la cena, no es la que nos llena.

  La cuerda se rompe siempre por lo más flojo.

  La cuestión no es llegar, sino quedarse.

  La culebra con certeza, se mata por la cabeza.

  La culpa del asno, echarla a la albarda.

  La cuña que más aprieta, palo es de la misma horqueta.

  La curiosidad mató al gato.

  La dama más impoluta, si se descuida se vuelve puta.

  La dama que es distinguida, por sí sólita se cuida.

  La de los huevos soy yo, dijo la gallina

  La dentadura o la moza, no se presta ni se endosa.

  La desgracia de un loco es dar con otro.

  La dicción muy elocuente, poco persuade a la gente.

  La dicha de la fea, la hermosa la desea.

  La dignidad no ha perdido, quien tiene un solo marido.

  La economía es riqueza como el derroche, pobreza

  La edad primero que la belleza.

  La enfermedad se siente; pero la salud no

  La enfermedad y el anciano, siempre de la mano.

  La enjalma no se da cuenta, en donde al burro le asienta.

  La ensalada, salada, poco avinagrada y bien aceitada.

  La envidia acorta la vida.

  La envidia es una mala consejera.

  La envidia puede herir a lo que se tiene; pero no a lo que se es

  La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come

  La envidia, dice el autor, es martillo destructor.

  La escama de los besugos, puede ser nuestro verdugo.


Anterior   1   2 3  4   5   6   7   8   9   10   11   12   13   14   15   16   17   18   19   20 Siguente


Introduzca una palabra a buscar o seleccione una letra: