Tipo de Monumento: Edificios
Periodo: Siglo XX
Dirección: Plaza Mayor
Tipo de Monumento: Edificios
Periodo: Siglo XX
Dirección: Plaza Mayor
PRESENTACIÓN
El mayor patrimonio que tienen los pueblos es la memoria colectiva sobre su pasado. De ahí que desde la Concejalía de Cultura pretendamos extraer del recuerdo aquella información que sirva para conocer más y mejor los espacios que conforman Ciudad Real, este lugar amplío en el que habitualmente se desarrolla nuestras vidas.
En esta ocasión es la Plaza Mayor de ciudad Real la que analizamos en profundidad, mostrando una visión completa de ese espacio céntrico de la ciudad, con información, imágenes y dibujos que nos aclaran las diferentes secuencias y usos que ha tenido a lo largo de la historia, donde se han celebrado desde Autos de Fe, corridas de toros, ha sido mercado, recinto ferial, se proclamó la II República, se coronó a la Patrona de la ciudad, la Virgen del Prado y últimamente se realizan conciertos, se celebra la Pandorga y se baila a la hora del vermú.
INTRODUCCIÓN
Todo espacio, mal que le pese, tiene dos almas, o dos vicisitudes, o dos vocaciones abiertas y enfrentadas. Como todas otras tantas cosas, tienen su haz y su envés. Un alma que tiende al orden y otra que propala el desorden; como una nueva revisión de lo apolíneo y lo dionisíaco. Como un Ying y un Yang, también. Una plaza puede participar, desde sus raíces, de cualquiera de esas dos matrices germinales: el programa fundacional que anticipa y plasma una forma previa merced al proyecto y el desorden acumulado fruto de movimientos sucesivos. Un orden formal y espacial concebido y premeditado y así trazado, o un desorden formal que ha ido jalonando sus vicisitudes históricas y acuñando su silueta por agregación y rectificación, igual que todo crecimiento orgánico: árbol, madrépora o huesos. Frente a espacios que, posiblemente, se ubican en el primer segmento del Orden Proyectado (Madrid, Ocaña, Toledo o Salamanca), existen otros que son resultado en sus trazas de esa incertidumbre de la Forma. y de ese vagar por el Tiempo tras una solución casi imposible.
Hay que hacer constar que el gesto fundacional del rey don Alfonso, garabateando en el piso terrizo del Pozo de Don Gil con la punta de su espada o con la contera del cetro un perímetro aleatorio, habría sido un gesto escaso e insuficiente para definir y trazar una ciudad entera y máxime si lo era de fundación regia. Replanteo y trazas no dejan de ser gestos abstractos que se enmarcan en la necesidad de su posterior desarrollo y ulterior concreción. ¿Qué se marcó y hasta donde?, ¿un espacio primario generador o unos ejes escasos orientados a hitos geográficos o a la luz del naciente? La versión del padre Jaral no deja lugar a dudas del esfuerzo regio y de su firma estampada sobre el firme terrizo, a cal y canto: la cal para señalar la traza que se ha de levantar después, con canto menudo o roca tallada. El orden del trazado, según la Crónica, es un orden que resuelve el perímetro después de otros gestos referidos a puntos interiores y no a la inversa como sostienen tantos autores, para quienes la operación se verificó desde fuera hacia dentro. Obviamente, la secuencia partiría de la elementalidad de lo existente y ya ocupado por los pozueleños y su caserío. Y desde allí, desde lo ya ocupado, extender los haces de la visión y de la conquista hasta el intradós de la futura muralla, apenas amojonada por las vías camineras que abrían rutas hacia diversos lugares del entorno próximo.
CARTOGRAFÍAS DE LA CIUDAD
El caso de la Plaza Mayor de Ciudad Real responde al segundo bloque de elementos generadores: la forma que se consolida y se cierra en el XVII, pero que decae y emerge a mediados del XIX; remonta un efímero vuelo en el primer tercio del XX y cae estrepitosamente en la segunda mitad del siglo pasado -que ya es el XX-. Espacios que han ido verificando su perfil por agregación de secuencias estilísticas -casi todas desafortunadas y poco rigurosas- y que hoy contemplarnos con una profunda extrañeza pese a su centralidad y al carácter anticipador del urbanismo del siglo XIII, según nos relata Villegas Díaz en su trabajo "El urbanismo de Ciudad Real en la Edad Media”.
La pretensión de Díaz Jurado es la de leer un óvalo geométrico y orientado, provisto de un centro definido por esas trazas rectas que arrancando de las seis Puertas principales (Ciruela y Carmen no son tenidas en cuenta al ser actuaciones más modernas que no alteraron el gesto fundacional) para definir su convergencia en el corazón del recinto. Corazón que reproduce, homotéticamente, la idea de la cerca o muralla en el interior. Esta visión alterada del recinto amurallado tendría dos plasmaciones ideales, una antes de la descripción posterior a ella. La piedra armera del siglo XVI nos ofrece ya de antemano, un recinto ideal de forma octogonal. La otra visión posterior al relato, es el plano rectificado y alterado que compone a mediados del siglo XIX Joaquín Gómez con escala de varas castellanas, lo que da fe de la pretensión de la verosimilitud del artífice, aún cuando la forma escape de su realidad y se aproxime al invento. El perímetro de la cerca defensiva se aproxima, definitivamente, a una figura geométrica unitaria, ya elipse, ya óvalo, con unas dimensiones aproximadas en sus ejes de 2000 varas de Norte a Sur y de 1330 de Este a Oeste y un perímetro de 5400 varas.
Si la falta de razones formales de la Plaza Mayor, se pueden explorar como una prolongación de la falta de eficacia espacial de la muralla histórica (por mucha pretensión que se haya desplegado de ser tal marca el trazado de la cerca amurallada dispuesta por Alfonso X el Rey fundador); también dicho espacio central e interseccionado por vías camineras puede ser visto como metáfora de un Orden imposible. Desde la "ruyn cerca" o desde los "torreones abatidos" de Díaz Jurado del exterior cercado; se conectaría con el interior informe de "las formas variadas y caprichosas, según el gusto de sus dueños" de Hervás y Buendía; para establecer un itinerario inequívoco de fuera a dentro, del exterior amurallado al interior imposible.
EDIFICACIÓN CONSISTORIO
La historia de las mutaciones formales de la Plaza Mayor puede rastrearse como un escenario de múltiples actividades: alcaicería, alcaná, Reales carnicerías, rollo y picota, sede inquísitorial, mercado, coso taurino, ruedo escénico, o enclave litúrgico. Históricamente tal espacio ha sido, por tanto, más Uso y Actividad que Orden y Forma. Frente a ambos binomios productores de sentido, se alojaría la Mirada que recorre el trayecto entre las celebraciones solemnes que perpetúan el Uso y la Actividad y las recreaciones visuales que añoran el Orden y la Forma. Los empeños por ordenar su faz a lo largo de varios siglos (1728-1744, 1859-1860, 1919, 1929, 1973 o 1988), han tenido su paralelo frustrado en los distintos Consistorios trazados o proyectados como espejos idealizados de su alma imposible.
Espejos idealizados como el Consistorio levantado sobre los predios de Alvar Díez en el frente septentrional del recinto, por Manuel Pérez de Valenzuela en 1484 y no concluido aún en 1526 en que se solicita el impulso del emperador Carlos; provisto de un potente arco que se contrapone silencioso al orden geométrico recto de postes y carreras leñosas en los corredores de los flancos. Espejos atormentados, como refleja la memoria de Cirilo Vara y Soria en su trabajo de 1865, para conseguir unos torreones que solemnicen la primera morada municipal ya sobre el lado del Mediodía. Espejos planos como los de Ildefonso Prieto en su esbozo de 1969 o espejos quebrados, como ejecuta Fernando Higueras en 1971 con su pirueta internacional, son parte de esa secuencia de imágenes imposibles que no han sabido reinar e imponer en su entorno la firmeza de una forma.