"Apolonia" al filo de la historia y la leyenda

Apolonia al filo de la historia y la leyenda

Cuando la ciudad no termina por contarnos con sosiego toda su historia, alguna vez, sus amantes, tenemos que escudriñar sus rincones; tomar sus piedras sillares que, algunas se ven en la montonera de edificios echados abajo arruinados o en las mismas escombreras y hasta, como en este caso, en los cementerios en donde se rinde culto a la verdad y donde se toman lecciones de eternidad. Porque en ese lugar los silencios no se falsean: no son silenciosos mudos sino elocuentes; son silencios eternos que cubren la horizontal del pensamiento. Ciudad Real tiene en su entraña muchas historias pequeñas que es necesario descubrir para contar su drama o su gloria.

"Apolonia" que así e llama el personaje que nos ocupa. ¿Es mito o realidad?. A mi pregunta insistente, nadie me ha respondido y he buscado por doquier las respuestas: en aquellas personas de edad que viven en la ciudad para ver que norte me daban y nada me han dicho. Ante tal desconocimiento, no he tenido moco remedio que ir a tomar una confesión al viejo sepulturero que a medias, me ha contado a, manera, una historia vieja de celos, seguramente influenciado por las historietas del cine o de la "tele". Y al final para ver si existió, he ido a los archivos de defunciones a ver si daba con su huella y la he encontrado escrita, como en letra muerta y descolorida. Pero es igual, porque a la vista de la documentación encontrada, todo empieza a sonar como leyenda digna de ser aprovechada por algún orador de postín, al estilo de Torrente Ballester, que hiciera de ella, su mejor obra.

Conocemos a "Apolonia" por el documento de su defunción en la ciudad, sellada con el día y la hora del óbito, así corno su enterramiento. Otro conocimiento nos viene por la obra de su sepulcro que, un autor anónimo, al menos todavía para nosotros, ha realizado para guardar el cuerpo de la infortunada "Apolonia". El sepulcro es uno maravillosa talla en piedra, que lo cubre una gran losa en la que reposa la imagen de una mujer joven que cubre su cuerpo desnudo con un velo de gasa transparente, tras el que se adivina la, forma de una mujer excepcional. El rostro de la mujer tallada en la piedra de la losa es bellísimo, lo que nos hace pensar que el artista reflejó en su obra el rostro nacarado de la difunta. El sepulcro, a pesar de haber estado medio enterrado, no se halla demasiado deteriorado y ya hemos logrado que el Ayuntamiento capitalino tenga conocimiento de este hallazgo, para que lo incluya en la nómina de monumentos a restaurar. Insistimos una vez más que e1 arcón funerario no debe estar medio enterrado en el cementerio de la ciudad, deshaciéndose la piedra y exponiéndose a los efectos de las extremas temperaturas, que poco a poco, van destrozando esta obra de arte. Es también cierto que nuestras investigaciones nos han aclarado que desde hace muchos años, nadie atiende la sepultura de "Apolonia” a nadie se le ha visto pararse para rezar por su alma; nadie ha venido, ni en los días de difuntos, a ponerle unas flores a la tumba o a encenderle una lamparilla como homenaje a su corazón difunto y a su belleza marchita.

"Apolonia" canto una heroína apócrifa, sigue creando un misterio a su alrededor; continúa sin contestar a la interrogante de su vida; y se mantiene, a merced de que los poetas escriban sus versos en su homenaje y desempolven una leyenda, cuando no se conoce la historia de su vida, sino simplemente, lo que traduce la belleza de este monumento funerario que el artista ha creado para perpetuarla y hacer imposible que la imaginación lea su propia historia.

Pero, como decimos, "Apolonia" entra ya en el mundo de la leyenda y toma vida, y crea su mundo, y lo mueve a su antojo y busca a sus personajes en definitiva, el poeta ha logrado que, al fin, la leyenda responda a los interrogantes que ha planteado esta joven mujer fallecida hace más de setenta años. "Dicen que "Apolonia" llegó un dio a la ciudad como esposa de un alto funcionario de la Administración Publica. Su marido tenía fama de ser un hombre honesto, muy fuerte de carácter, al que no le gustaba que nadie le contradijera porque creíase, que estaba siempre en posesión de la verdad y de la razón. Se había casado, ya mayor, por conveniencias sociales; ella, su bella esposa, hija de un rico hacendado de Extremadura, y él, un funcionario público de alto copete, hijo de familia acomodada de Toledo. El esposo tomó posesión de su alto cargo y vino destinado a la ciudad en la que fue muy respetado y envidiado por la bella mujer que te acompañaba en sus recepciones habituales ordenadas por el protocolo. Como prueba de su amor por "Apolonia" su esposo encargó a un artista local, ya de gran fama en la pintura que le hiciera un retrato. Todos los días este pintor visitaba la casa de "Apolonia" para tomar los apuntes del natural. "Apolonia” era bellísima, no sólo su cara y sus ojos sino también su cuerpo, cosa que reflejó el artista en su obra eran todo cuidado. El pintor llegó a enamorarse de su modelo y hasta en un arrebato de sinceridad, él lo declaró a su modelo, sin que ella, coqueteando, le hiciera ningún desprecio al pintor, sino todo lo contrario. Los avatares de la política de aquél entonces, también con sus tradiciones y marcada por la violencia, en uno de sus viajes a la capital para resolver cuestiones y asuntos ofíciales, fue muerto a manos de unos bandoleros que 1e dispararon a traición. Ante este hecho luctuoso, "Apolonia" quedó destrozada y enfermó. Y de tal manera, que aquejada de una dolencia extraña, a los pocos meses murió la esposa. El pintor, días antes de su muerte le había hecho la entrega de su obra que con toda religiosidad abonó al pintor enamorado locamente de "Apolonia”. El pintor sufrió un calvario viendo cómo "Apolonia" iba perdiendo día por día y hasta que falleció un día de septiembre.

Toda la obsesión del artista fue ofrecerle un monumento funerario pava guardar el bello cuerpo de su amor imposible. Trabajo con ahínco en su obra y un día de Navidad, de acuerdo con el sepulturero, depositaron el cuerpo ya cadáver de "Apolonia" en el arcón de piedra tallada que el artista le había construido cerrándolo con una losa grande en la que había tallado el cuerpo de su amada, como dormida y con un velo transparente para que se viera la belleza de su cuerpo. Todo se hizo con absoluto sigilo y de la noche a la mañana, apareció la obra funeraria del artista que no firmó su nombre.

Después, el tiempo, los años, los aconteceres políticos, las guerras, etc., hicieron olvidar este hecho que, indiscutiblemente, tuvo su eco en la ciudad. Pero esta fue haciéndose mayor y con ello desapareciendo todo vestigio de épocas pasadas. Solo los libros y los archivos, podían haber dado testimonio de lo ocurrido con esta bella mujer y que enamoró locamente al artista. Hoy queremos reivindicar romo patrimonio de la ciudad, lo que queda de ese amor imposible y que es todo un monumento funerario; una escultura que hico merece conservarse en un museo.

"Apolonia" así, es una leyenda que pudo ser una realidad. Nada ni nadie nos ha revelado el secreto de su muerte; tampoco el artista que talló su obra funeraria, nos ha dejado su nombre; todo ha quedado a la merced de la fantasía. Por eso los poetas han cantado en loas a esta mujer enigmática y bella que enloqueció a quien la amó a sabiendas de que era imposible su conquista. En el cementerio de Ciudad Real se halla el testigo; la bella obra de una sepultura, rendida a la muerte de la mas bella de las mujeres. "Apolonia".


JOSÉ DE LARA Y VILLAJOS

La Tribuna 15-08-1991

Fotografía: Alberto Muñoz Arenas