COMERCIOS Y TIENDAS DE CIUDAD REAL EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
CALLE CALATRAVA
Esta calle de Calatrava, pudiéramos calificarla de señorial por los años del primer cuarto de siglo en sus dos primeros tramos principalmente. ¿Por qué se la llamó de Calatrava?. Queremos suponer que como homenaje a la Orden Militar de su nombre, cuyo territorio casi rodeaba por completo la Villa Real en los años de su fundación por el Rey Alfonso X el Sabio, hace más de siete siglos. Lo cierto es que, salvo Santiago, las otras tres Ordenes Militares -Calatrava, Alcántara y Montesa- tienen dedicada una calle en Ciudad Real.
Quizá el tener el nombre de Santiago la plazuela -así se la ha llamado hasta no hace mucho tiempo, por su tamaño sin duda- de la parroquia de su nombre, habrá hecho que la Orden santiaguista no tuviera también su calle, para evitar de esta forma confusiones.
No descartamos que fuera una razón más para dar a esta calle que comienza en el cruce de las de Toledo, Feria y María Cristina y finaliza junto a la antigua Granja Agrícola, el nombre de Calatrava la circunstancia de ser el acceso natural al antiguo camino viejo de Carrión de Calatrava, por el que diariamente venían y regresaban los yeseros de dicha localidad, que hacían el transporte de este material de construcción tan utilizado entonces en las edificaciones urbanas, en carros tirados por mulas, repartiendo el yeso en costales por las distintas obras desde bien temprano. Era corriente ver a varios yeseros aguardando turno para llenar de agua de Ciudad Real sus recipientes -lo más usual tinas de madera-- en la fuente pública que existía frente al Colegio de San José, en la plaza llamada hoy de la Virgen de las Lágrimas, y después, cuando se suprimió aquella, en la que instaló al final de la calle de Calatrava, ya en la misma ronda de circunvalación.
Pues bien, la calle de Calatrava, era en su principio bastante más estrecha, siendo ensanchada en los años treinta, por expropiación de la casa que hace esquina a la calle de Toledo. Allí era precisamente donde se colocaba un grueso tablón para que, en forma de pasadoras, los peatones pudieran librarse de un remojón de pies los días de intensa lluvia. Ni que decir que por aquellas fechas la calzada estaba empedrada desde el principio de la calle.
Antes de iniciar el detalle de los establecimientos comerciales, que los hubo con mucha solera y antigüedad, queremos consignar que en esta calle de Calatrava han vivido, cuatro alcaldes de Ciudad Real y un presidente de la Diputación. Son aquellos don Ramón Clemente Rubisco, en los años 1906 a 1907; don Alberto García Serrano, en 1916 y 1917; don Fernando Palacios Gómez, de noviembre de 1918 a marzo de 1920; y don Antonio Prado Cejuela, en la época de la Dictadura de Primo de Rivera, en 1928 y 1929. En cuanto al presidente de la Diputación, lo fue don Bernardo Mulleras García, también en la Dictadura, a quien se debe la construcción de un pabellón del Hospital Provincial antiguo, aunque luego fuera inaugurado por don Niceto Alcalá Zamora, primer presidente de la República, a partir de 1931. Don Bernardo Mulleras, médico muy querido por la gente modesta y recordado por todos, tiene dedicada una céntrica calle en nuestra capital. También vivieron en esta calle cinco médicos de renombre y prestigio por aquel entonces: don Jesús Rejas, don José Gómez, don José Martín Serrano, el citado don Bernardo Mulleras y don Ramón Yuberos Fernández.
Y vamos ya con el número 2. En este primer inmueble con vueltas a Maria Cristina, estuvo la Ferretería Salas. En el número 4 se hallaba la Casa Ruiz Morote, más conocida por Doña Casimira, que era la que realmente estaba al frente del negocio por los años veinte, aunque la razón social fuera Rejas y Ruiz Morote. Esta casa comercial de librería y papelería, instalada en la actualidad en las calles de Maria Cristina y Cruz, fue fundada en el año 1850 por don Francisco Ruiz Morote, gran pedagogo en Ciudad Real y al que el Ayuntamiento capitalino quiso honrar su memoria, hace bastantes años, al dar su nombre a la antigua calle Dorada, que como se sabe se inicia en Cuchillería o Carlos Vázquez y finaliza (unto a las de Granada y Hernán Pérez del Pulgar. El negocio, posteriormente, pasó a su hijo don Francisco Ruiz Morote y años después a sus herederos. Esta firma se estableció, con imprenta, en el citado año, en el número 5 de la calle de Toledo. Desde donde pasó a la de Calatrava. En dicha imprenta se editaron algunos periódicos de la época, entre ellos "El Magisterio", que trataba exclusivamente temas y problemas relacionados con la clase educadora, pero también se imprimieron en ella números de "El Heraldo de la Mancha" y "Diario de la Mancha". De esa misma imprenta se hicieron ediciones de libritos en tamaño octavo, de una Gramática Castellana del año 1872, una Ortografía de 1875 y una Aritmética del año 1923. Todas ellas, en ediciones repetidas, se vendían al precio de 90 céntimos. En "Doña Casimira" había también secciones de óptica y ortopedia que contaban con buena clientela, ya de personas mayores.
Al trasladarse el establecimiento a la esquina de Maria Cristina y Cruz, se instaló en el número 4 de Calatrava el industrial Ismael Mata, con Academia de Mecanografía, primera que haya habido en Ciudad Real, y venta de máquinas de escribir, con aquellas marcas "Remington" y "Underwood", algunas de las cuales han llegado a nuestros días. En el mismo local, en los años 36-39, estuvo la distribuidora de películas Atlantic Films, a cuyo frente se hallaba el señor Blanc. Hoy en el número 4, y tras una notable reforma, se instalaron los Almacenes Tomogar, que fundara don Manuel Moya, dedicados al ramo textil. También el número 4 existió, ha muchos años, una confitería propiedad de un industrial apellidado Pacheco, que después fuera jefe de la Policía Municipal, y de ahí el dicho popular, muy corriente en Ciudad Real a principios de siglo: «¿Quién manda aquí, Pacheco o la Calixta?», sin que realmente sepamos el porqué de la Calixta; ¿seria su mujer?.
En el número 6 hubo muchos años un comercio de tejidos y pañería de don Ramón Goberna Martí. Tenia la casa un gran portalón, en donde guardaba su tartana -por aquellos años vehículo muy corriente por quienes eran amantes de salir al campo y su caballo. Hombre correcto, serio, poco amante de los cambios, sus escaparates eran tradicionales y a él se le podría considerar como el precursor del sinsombrerismo. Aún recordamos en esta tienda, las "bilbaína", como se decía también de las clásicas boinas con pitón. Al morir Goberna, le sucedió en el negocio su viuda, y a ésta su hermano, don Donato Maroto. Al término de la guerra civil se establecieron en dicho local, en sociedad, los señores Díaz Muñoz, Espinosa Sendarrubias y Martín Pineño, con la razón social "Almacenes Calatrava", que fueron traspasados después a don Bernardino Villa Herrera, que se trasladó a la calle de Moreria mientras duraron las obras de derribo del viejo inmueble, que tenía un espacioso mirador, y las de construcción del nuevo edificio, inaugurado en el año setenta.
El número 8 era un caserón antiguo hasta que don Amando Alcantud, uno de los dos propietarios del citado establecimiento de la calle María Cristina "El Capricho", construyera el actual inmueble de cuatro plantas, recordando la existencia en la primitiva casa de los establecimientos de Eloisa Margarita, en el año 1922, y de Vicente Ruiz "El Florista". También estuvo en toda la planta baja el "Casino Artístico", del que algún tiempo fue presidente don José Cruz Prado, y al desaparecer dicho centro social fue dividido el local para más fácil arrendamiento, recordando la primera representación de las máquinas de escribir Hispano-Olivetti, por los años treinta, a cargo de don Manuel Calatayud Gil, la camisería Pavón, taberna-bar de Evaristo, Exclusivas Francos, la Casita del Punto, luego traspasada a doña Leticia Peris Olivas, la florería San Antonio, cuyo primer propietario fue don Antonio Asensio y ahora don Francisco del Castillo, Modas Rosán, después trasladado a la calle General Aguilera, la Corsetería Calderón y posteriormente otros negocios.
El número 10 tiene muchos recuerdos, ya que estuvo el diario "El Pueblo Manchego", así como la fundación de "Lanza", el actual periódico provincial. En este inmueble, ya desaparecido como tal, fundó don Cayetano Clemente Rubisco, en 1876, una imprenta. Al señor Rubisco le sucedieron sus hijos don Ramón y don Pedro, quienes la traspasaron a don José Mendoza y este a su vez a los señores Corral, Buitrago y Vega, pasando en el veintitantos, durante la Dictadura, a ser propiedad del marqués de Viesca, con el principal objeto de mantener la edición del diario provincial "El Pueblo Manchego". Al producirse el golpe militar del 10 de agosto de 1932, encabezado por el general Sanjurjo, el gobierno de la República suspendió más de un centenar de periódicos, entre ellos el citado, cuya reaparición no se autorizó hasta pasado un mes largo. Mientras tanto se produjo cambio de empresa, aunque manteniendo el nombre de "La Editorial Calatrava", interviniendo decididamente en este cambio el obispo prior, don Narciso de Estenaga y Echevarría, inmolado el año 36, y don Juan Treviño Aranguren, marqués de Casa Treviño, muerto en la misma fecha.
En el principal de dicha casa número 10 tenia D. Clemente Rubisco su vivienda particular, y en el salón que después ocupara para sus sesiones el Colegio Oficial de Médicos de la provincia, tuvo expuesto este patriarca de las Artes Gráficas el valioso manto que regaló a la Virgen Dolorosa de la Catedral, así como el dosel, que aún se conservan.
Durante la guerra civil de 1936-39 se instaló en unas dependencias de la planta baja, una casa de películas con el nombre de "Distribuidora de la Mancha", de los hermanos Tomás, de Valencia. Mientras tanto se seguía editando "El Pueblo Manchego" por el Frente Popular, al incautarse este de la imprenta y posteriormente se sustituyó por el diario socialista "Avance". En mayo de 1943 comenzó a editarse en dichos talleres el periódico "Lanza", lo que siguió haciéndose durante mas de veinte años, hasta que el diario se instaló, con medios propios, en sus actuales talleres de Libertad 5.
En el número 12 estuvieron varios años las oficinas de "La Unión y El Fénix Español" y después, al adquirir el inmueble don Juan Antonio Solís, estableció algún tiempo el despacho de billetes y parada de las líneas de viajeros con varios pueblos de la provincia.
Ya en el número 14, antes 16, dedicado en gran parte a viviendas, tuvo su clínica allá por el año 15, el dentista don Alfredo Ibáñez, y posteriormente el doctor don Ramón Yubero, como igualmente durante bastantes años la sede del Colegio Oficial de Farmacéuticos. En la planta baja y esquina a Paloma estuvo algún tiempo el local social de los Hombres de Acción Católica, que fue bendecido por el prelado de la diócesis, don Emeterio Echeverría. En años posteriores se habilitó para el establecimiento de don Joaquín Beltrán y después se ha construido un nuevo edificio.
La casa siguiente fue vivienda del doctor don José Gómez y luego de la familia Ochotorena y más tarde de don Emeterio Marcos, ilustre militar, y en el número 18 estuvo la carbonera de Demetrio. Al construirse un nuevo inmueble, se instalaron en la planta baja la Recaudación de Contribuciones y la zapatería Fernández. El número 20 fue muchos años residencia de la familia Mulleras García y por consiguiente de don Bernardo, al que ya hemos citado como presidente de la Diputación y decano de la Beneficencia Municipal. En el piso alto vivió también muchos años el ex-delegado de Hacienda y presidente que fuera del Consejo de Administración de las Minas de Almadén, don Francisco de Prat, padre político del gran ciudarrealeño don Juan Treviño Aranguren, marqués de Casa Treviño. En la planta baja izquierda tuvo su local social, en los años 35 y 36, la Federación de Estudiantes Católicos de Ciudad Real, que antes había estado en la calle de la Cruz número 8. En esas habitaciones se instaló, en los años 40, la Gestoría Buendía, dirigida por el abogado don Manuel Cantos.
En el número 22, Casa Parroquial de Santiago, vivieron varios sacerdotes y canónigos, entre ellos el párroco, don Alejandro La Pastora; don Baldomero Inclán; lectoral de la S.I.P.; don Pablo Torquemada, también canónigo; don Javier María de Castro y don Felipe Lanza Rodriguez, ambos párrocos de la feligresía perchelera.
Pasada la plaza llamada hoy de la Virgen de las Lágrimas, el 24 de la calle de Calatrava tuvo en su esquina una tienda de comestibles de Chaves y posteriormente de la viuda de Pablo García, a la que sucedió su hijo Antonio y al morir éste, su viuda e hijos, especialmente Pablo Romero, buen aficionado taurino y a los caballos, que ha ampliado el negocio con un supermercado muy surtido y con productos de calidad, en la acera de los impares de esta misma calle. En esta casa número 24 se instaló la confitería de Jesús Guijarro, hombre muy popular en su juventud por el célebre pregón anunciando su mercancía que decía: «No hay quien pique»; a su muerte le ha sucedido su hijo Tomás, muy acreditado en el ramo. También estuvo en esta casa la vaquería de Antonio Marina.
En el número 26 ha estado bastantes años la carnicería de Antonio Villaseñor Pérez, bien secundado por sus hijos, con sabrosos y excelentes artículos de embutidos, que le hacen tener una gran clientela. Al ser derribada la antigua casa, se construye actualmente un moderno edificio y mientras se ha trasladado el despacho al primer tramo de esta misma calle, en la acera de los pares.
En la siguiente, la casa de Silvestre el panadero, donde se estableciera en una gran habitación de la esquina, con una taberna, su hijo político Cayo. Traspasada luego a Jesús Cuchillero, le puso el nombre de "Cuatro Caminos", ya como bar, y logró hacerse con muchos asiduos clientes, que jugaban buenas y discutidas partidas de truque. Es curioso señalar y así constaba en un mosaico talaverano, que en esa habitación, cuando era vivienda particular, nacieron el doctor Mulleras, el 18 de junio de 1877, y el practicante don Jesús Yubero Fernández, el 28 de enero de 1892, ambos adscritos a la Beneficencia Municipal.
Pasada la calle del Corazón de María no debemos dejar de referirnos al estanco de las hermanas Valencia, hermanas y tías respectivamente, de nuestros grandes artistas ya fallecidos, uno por nacimiento y otro por adopción, el guitarrista Pablo Valencia y el barítono Marcos Redondo. Si bien este estanco tiene la puerta por Corazón de María, en realidad pertenece a una casa de la calle de Calatrava.
Siguen luego bastantes casas particulares en algunas de las cuales se instalaron pequeños negocios o representaciones y ya al llegar casi a Lirio, estaba la fábrica de gaseosas de José Antonio Martínez, negocio familiar seguido por su viuda e hijos. Y en el chaflán con la citada calle, un taller de reparaciones de calzado de Cabañas y sus hijos. Como es natural todos estos inmuebles han sufrido total renovación en estos últimos años y en la mayoría de sus locales comerciales de la planta baja se han instalado modernos establecimientos de distintos ramos, sin que falten los bares, que están proliferando en Ciudad Real como la hierba cuando llueve.
Desde la llamada Cruz Verde, uno de los típicos lugares de nuestra Semana Santa, nos volvemos al principio de la calle, acera de los impares. Los números 1 y 3 fueron casas particulares, pertenecientes a las familias Cendreros y Navas, ensanchándose la calle durante el mandato de la Alcaldía de don José Maestro, en los años treinta, para facilitar la circulación rodada y evitar el embudo que suponía, en gran desproporción con la siguiente esquina de Paloma y Tintoreros, que así se llamaba la antes calle de Moret, luego de Audiencia y hoy de Elisa Cendrero.
En la casa número 5 casi siempre ha habido un taller de imprenta. Durante muchos años, estuvo la Casa Ajuria de maquinaria agrícola y posteriormente se trasladó a este local la Tipografía Alpha, fundada por doña María Picazo y Picazo, viuda de Tolsada, en el año 1931, regentada por su hijo don Manuel, hombre muy popular y culto. En la actualidad dicha imprenta, que perteneciera algunos años a don Antonio Rojas Dorado, fallecido en doloroso accidente de carretera junto con su esposa, doña Pilar Gil Calvo, funciona como cooperativa, pero manteniendo los herederos del señor Rojas la Papelería Minerva. En la misma casa las barberías de Manuel Medina y Florentino Herrera, dos hombres populares y excelentes profesionales, que tenían gran clientela. Dichos locales los ocuparon posteriormente la relojería-joyería Ismael y Alta Corsetería Maroto, respectivamente. En la puerta siguiente del mismo inmueble vivía el famoso Paco Argumosa con sus hermanas, famoso como decimos por tocar muy bien el tiple y cantar las manchegas con los también muy populares Mazantini y Machete, en la fiesta de la Pandorga el 31 de julio de cada año, en honor de la Virgen del Prado, en el paseo de su nombre, allá por las primeras décadas del siglo. También vivió en esta casa, muchos años, el canónigo de la S.I.P. don Ambrosio Núñez.
En la casa número 7 estuvo mucho tiempo un conocidísimo establecimiento, que fundara en 1856 don Dámaso Barrenengoa, industrial procedente de tierras del norte, establecimiento dedicado a ultramarinos y coloniales, fábrica de chocolates y tostadero de cafés de excelente calidad. En las últimas décadas en que se mantuvo abierto figuraron como propietarios de la Casa Barrenengoa don Dámaso y don Juan Pérez Ayala.
El número 9 alojó durante muchos años el Centro de Telégrafos, cuando se podía cursar un telegrama de los llamados de "madrugada" por seis perras gordas. Posteriormente hubo en dicha casa un establecimiento de motos y bicicletas propiedad del señor Alburquerque. Tanto el número 7 como el 9 fueron demolidos y las nuevas edificaciones cuentan hoy con modernos establecimientos comerciales y alguno bancario.
En el número 11, casa particular hasta la instalación en la misma de la fábrica de corchos de los hermanos Mayor Matías, conocidos por "Los Corcheros", muertos trágicamente el año 36, fue construido en los años cuarenta, por la Diputación, un edificio de viviendas para sus funcionarios, pasando la puerta de entrada a la calle de la Audiencia, hoy Elisa Cendrero. En el II duplicado antiguo, luego ya real, un despacho de vinos y posteriormente otro de venta de aceites y hasta 1966 la Droguería "Calatrava", destruida por un incendio, así como el resto del inmueble, edificándose uno moderno en su solar, instalándose en la planta baja la tienda de modas Daig y Lover, dedicada a cuadros, molduras y pinturas artísticas.
La casa de don José Martín, médico conocido, era la número 13, que sería derribada y sustituida por otra de moderna factura. Muchos años vivió en ella el peluquero Palacios, encargado de la peluquería y caracterización en los Teatros Cervantes y de verano y aún en las compañías de aficionados, para lo que se daba especial maña y arte. Estuvo también en esa casa la sastrería Marchán, que primeramente se había establecido en la acera de enfrente. En locales de la nueva edificación se hallan ahora la Papelería Calvillo y el supermercado de Pablo Romero.
En el 17 hubo muchos años una bodega ante la que en época de vendimia y en otro local una zapateria. En el 19 tenia la gestoría y correduría, así como la casa familiar, don Antonio Prado Cejuela, que fue alcalde de la capital durante los últimos años de la Dictadura.
Y en el 21, el Colegio de San José a cargo de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, fundado en 1888 por el obispo prior doctor don José Maria Rancés y Villanueva, tercero de los prelados de la diócesis. El antiguo Colegio ha sido notablemente reformado y ampliado no hace muchos años.
Desde aquí hasta la Cruz Verde hubo una industria de mármoles de Nieto, en la casa siguiente; antes de la verja, ya desaparecida, también, hubo una tienda de comestibles de Lorenzo y Gregoria -uno de cuyos familiares desapareció en el incendio de la armería de Carlos Prado, en General Aguilera- que luego fue de Pepe; en el número 33, la carpintería de Eduardo Hidalgo, más conocido por "el hermanico"; en el final del otro tramo la tienda de los pajaritos y ya en el siguiente la de comestibles de Cejudo.
Pasada la Cruz Verde, en el ensanche de la calle y frente a la del Lirio, tenia el taller de carpintería Emilio Murcia, seguía el antiguo Comedor de Caridad, haciendo esquina con la calle de San Antonio, en una casa que construyó don Daniel Pintor, inaugurado en los años 16 ó 17 por el obispo don Javier Irastorza y Loinaz, y en la esquina siguiente está ahora la farmacia del licenciado don Rogelio Burgos García. Terminamos la relación de industrias y establecimientos con la fábrica de hielo de Paco el herrero, en cuyo local antes del año 36, por los carnavales, se celebraban allí bailes, a los que la gente llamaba de la "puñalá".
Debe consignarse que ya cerca de la antigua Granja Agrícola -hoy magnífico complejo educacional y deportivo- fue instalado por los últimos años de la década de los veinte el Comedor de Caridad y cuyo administrador en aquella época era Juan Marchante. En ese edificio fue instalado el Asilo de Ancianos, que primeramente estuvo en lo que hoy es Colegio Marianista, en el paseo de Carlos Eraña. El Asilo, hoy Residencia, ha sido reformado y ampliado con magníficos pabellones, albergando en sus salas a un buen número de personas de la tercera edad. La Comunidad de Religiosas cuenta con el aprecio y cariño de la ciudad, con todo merecimiento.
NOTA: Con fecha 02-03-08 mantuve una conversación telefónica en la que me comentaban de algunos errores sobre este escrito de D. Cecilio López Pastor referente a la "fabrica del hielo de Paco el herrero", expongo integro el correo electrónico que recibí.
Mi abuelo, Críspulo Morales Paz, nació en Almadén el año lo desconozco. Siendo muy joven sus padres lo mandaron a Ciudad Real para que cursara los estudios de derecho.
Siempre dijo que sería abogado, con los años esa fue su profesión. También le apasionaba la política y la compra-venta de acciones. Antes de la guerra era concejal en el Ayuntamiento de Ciudad Real, pero gracias a lo segundo, llegó a tener una de las fortuna más grande de la zona. Tenía varios puestos en el mercado, uno utilizado por mi familia para vender pescado, y el resto, los tenía alquilados, también tenía varias casas y terrenos. En la calle Calatrava compró un terreno, donde se construyó una preciosa casa y un piso que alquiló a un matrimonio con dos hijos. Con el resto del terreno se construyó la fábrica de hielo, a la cual, llamaron Siberia, su teléfono era el número 11. Mis abuelos, que hasta entonces vivían en una casa en la calle Calatrava nº 54, se instalaron a vivir en la casa que construyera en la fábrica, junto a la Carpintería de Emilio. Durante esa época mi abuelo hizo mucha amistad con Paco el Herrero, un hombre que tenía sobre 15 años más que mi padre. Durante la Guerra Civil mi abuela escondió a Paco el Herrero hasta que pudieron sacarlo de Ciudad Real y los rojos fusilaron a mi abuelo. Con mi abuelo muerto la fábrica quedó parada, mi padre no tenía edad para hacerse cargo de su funcionamiento y estaba estudiando en los marianistas. Mi abuela sola tampoco podía hacerse cargo de la fábrica, por eso, decidió vendérsela a Paco el Herrero. Ellos continuaron viviendo en la casa de la fábrica y en ella nací yo. Cuando contaba con un año mi abuela murió y pasado poco tiempo mi padre le vendió la casa a Paco y nosotros nos pasamos a vivir a la antigua casa del nº 54. Tiempo después viajamos hasta Catalunya y aquí iniciamos una nueva vida.
Los años que pasé con Paco y su familia en la fábrica nunca los olvidaré, fuero mi segunda familia en Ciudad Real. De esa época recuerdo de Ciudad Real, sus calle y plazas, parques, la corrala, sus campos y muchos de sus pueblos. Siempre me he sentido orgullosa de ser la nieta de silosé, mote por el cual se conocía a mi abuelo, e hija de botijito o garbancito que era el mote de mi padre. El mío, para no ser menos, era piquito de oro.
Esto es en líneas generales lo que recuerdo de esa época, me gustaría poder darle fechas y años concretos pero no lo recuerdo, yo era muy pequeña.