Vade retro, Satanás: Significa Retírate, Satanás, y según el Evangelio de San Mateo, IV, 10, Jesucristo pronunció estas palabras al vencer las tentaciones del Diablo. Posteriormente, su uso se extendió a las situaciones en las que se rechazan ideas, personas o cosas que causan repulsión.
Vale lo que pesa: Aun cuando se dice que este dicho tendría su origen en la cultura escandinava, se cree que la práctica era común a muchos de los pueblos de la Antigüedad. Existía entre algunos pueblos, una costumbre consistente en que, cuando un hombre mataba a otro, estaba obligado a pagar en oro o en plata, el peso de la víctima a sus familiares. Posteriormente, esa práctica se trasladó al ámbito religioso, de manera que los parientes de un enfermo ofrecían a la Providencia por su pronto restablecimiento, el peso de aquel en plata, cera, trigo, etcétera. El mismo significado tienen hoy las ofrendas que se elevan a la Virgen o a algún santo en los templos; asimismo, entre los ismaelitas parsi de la India subsiste la costumbre de regalar anualmente a su jefe espiritual, el Aga Khan, su peso en oro. Todos estos antecedentes dieron lugar a la creación del dicho popular vale lo que pesa, utilizado para ponderar el valor (moral, intelectual, artístico o práctico) de una persona en particular.
Vamos al grano: Locución que favorece el tratamiento de lo más sustancioso de un tema, omitiendo lo superfluo, en comparación con la parte más importante de la planta: el grano.
Venderles hielo a los esquimales: Hacer algo muy difícil o realmente inútil, como sería el hecho de intentar vender hielo a quienes lo tienen en abundancia.
Venir al pelo: Ser algo muy oportuno, llegar a su debido tiempo. La comparación se hace en base a la facilidad con la que se puede peinar las pieles de los animales en el sentido en que se inclinan sus pelos, y no a "contrapelo".
Venir como anillo al dedo: Caer justo, apropiado. Se aplica cuando sucede algo en el momento en que más se lo necesitaba.
Venir con el caballo cansado: Frase propia del Río de la Plata que alude a la persona que viene a solicitar ayuda luego de haber ignorado los consejos y advertencias o los pedidos de ayuda de alguien. En el ámbito rural, el estado del caballo es imprescindible para las tareas, por lo tanto, un caballo cansado mal puede contribuir a la realización de las tareas.
Ver el cielo abierto: Cuando se presenta una ocasión propicia para salir de un apuro o alcanzar lo que se desea, se dice que la persona ha visto el cielo abierto. La expresión, que también se utiliza en plural -ver los cielos abiertos- proviene del martirio de San Esteban, que se describe en los Hechos de los Apóstoles. Mientras los agresores del mártir se empeñaban en imponerle el castigo corporal, San Esteban, elevando los ojos a las alturas, exclamó: "Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está en pie a la diestra de Dios".
Ver las estrellas: Sentir un dolor muy fuerte, debido a la sensación que sobreviene luego de sufrir una gran contusión.
Ver para creer: La frase preferida de los incrédulos, ya que muchos, cuando dudan de algo, dicen si no lo veo, no lo creo; lo triste es que muchas veces, a pesar de estar viéndolo, afirman lo veo y no lo creo.
Viento en popa: Expresión que quivale a con buena suerte y prosperidad y está tomada del ámbito marinero donde la presencia del viento desde atrás (popa) impulsa la nave hacia adelante.
Vine, vi y vencí: Frase con la que Julio César explicó al Senado su rápida victoria del Ponto, reino del Asia Menor. Durante un tiempo se la usó para señalar lo rápido de una resolución favorable en cualquier ámbito.
Vive y deja vivir: Proverbio que invita a ocuparse de los propios asuntos sin atender los de los demás y dejar que los otros lo hagan sin molestarlos. Otra de las películas de la serie del agente 007 James Bond -Vive y dejar "morir" (Live and let "die")- parafrasea esta expresión.
Vivito y coleando: Estar bien, vivo, sin daños. Se aplica especialmente cuando se quiere desmentir la muerte o enfermedad grave de alguien que se encuentra sano. Volver a las andadas: Reincidir en un viejo vicio o mala costumbre.
Volver el alma al cuerpo: Recuperarse, recobrar el aliento, luego de una situación delicada, como puede ser un gran susto.
Verdades de Perogrullo: ¿Quién no ha hablado alguna vez de las verdades de Perogrullo? Pero... ¿sabemos realmente quién fue este personaje, si es que alguna vez existió? No puede afirmarse con certeza quién fue Perogrullo. Para algunos, fue un personaje quimérico; para otros, una persona de carne y hueso, asturiano para más datos. Sea como fuere, lo que no puede cuestionarse es el caudal de ingenio y gracejo encerrado en las célebres "verdades" que se atribuyen a este personaje, que a la mano cerrada le llamaba puño. Estas "verdades" formaron parte de coplas, muy cuidadosamente recopiladas y un autor tan afamado como Francisco de Quevedo y Villegas las intercaló en sus prosas. La incorporación en el uso coloquial de la expresión verdades de Perogrullo (en realidad, una deformación del nombre Pedrogrullo) se debe a la necesidad de expresar aquello que por evidente y consabido se hace ocioso anunciar.
Vérselas negras: Para explicar este dicho, deberemos remontarnos a la antigua Grecia y explicar la manera en que los ciudadanos llegaban a ocupar cargos públicos. Estos se otorgaban confiando en el azar, mediante el sistema de extracción de sortes (bolas o pedacitos de madera marcados, que por otra parte, dieron origen a la palabra "sorteo") por los que se creía que se expresaba el oráculo. En este sistema, las bolas blancas simbolizaban la suerte venturosa y las negras, la suerte adversa. Esta interpretación mágica de las suertes se ha mantenido a través del tiempo y de él proviene la expresión vérselas negras, derivada a su vez de tocarle a uno la negra, con el que, en el lenguaje coloquial se señala el infortunio de alguien en cualquier cosa determinada por el azar.
Victoria pírrica: El éxito que ha supuesto grandes esfuerzos y sacrificios se conoce como victoria pírrica. La expresión tiene su origen en Pirro II, rey de Epiro (319-273 a. de C.) que luchó y derrotó a los romanos en diferentes batallas. La victoria que dio origen al dicho aconteció en la primavera del año 281, cuando su general Milo desembarcó en Tarento, ciudad griega al sur de Italia, para intentar ampliar el reino hacia Macedonia. Le siguió Pirro con un ejército formado por 25.000 hombres y unos cuantos elefantes. El cónsul romano Valerio Levino avanzó hacia las ciudades de Heraclea y Pandosia, pero al cruzar el río Siris se topó con el ejército de Pirro. Gracias a la sorpresa que causaron los elefantes entre los romanos, el rey de Epiro obtuvo la victoria en Heraclea. En la contienda perecieron 7.000 soldados romanos y Pirro perdió 4.000 hombres, entre ellos algunos de sus mejores oficiales. Al recibir la enhorabuena por esta victoria, el rey contestó: "Estoy perdido si consigo otra victoria como ésta".
Vísteme despacio que tengo prisa: Seguramente, no debe de haber otro dicho popular tan cuestionado respecto de su origen, como este. En realidad, se trata de una sencilla frase, pero ha sido adjudicada a tantos protagonistas de la Historia que nadie sabe ciertamente quién tiene los "derechos de autor". Desde Carlos III a Fernando VII, pasando por Napoleón Bonaparte, todos alguna vez parecen haber pronunciado esta frase que, por otra parte, no demuestra ser ninguna genialidad y es un hecho que muchos de los protagonistas de importantes hechos históricos pudieron haberla utilizado en algún momento de su vida. No obstante, una creíble versión sostiene que fue el emperador Augusto (y por cronología, precede obviamente a los demás) quien solía exhortar a sus servidores diciéndoles "Apresúrate lentamente". Con el tiempo, la expresión habría sufrido variantes, pero manteniendo siempre la vigencia con la que llegó a nuestros días y a través de la cual se aconseja a otra persona a que actúe con calma y tranquilidad en el momento más delicado de una situación, debido a que cuando se procede apresuradamente, lejos de abreviar problemas, esa premura suele entorpecer y malograr los mejores propósitos.
¡Viva la Pepa!: La historia nos cuenta que la primera constitución española fue jurada en la ciudad de Cádiz en el año 1812. Pero dos años después, cuando se restableció el absolutismo, el rey Fernando VII la abolió, ayudado en gran medida por los Cien Mil Hijos de San Luis, nombre dado al ejército francés comandado por el duque de Angulema. Pero la abolición de la Carta Magna no sólo suspendió su vigencia, sino que quedó terminantemente prohibida la sola mención de su nombre, por lo que los liberales no podían utilizar su tradicional grito de ¡Viva la Constitución! Lejos de someterse a esa medida arbitraria, los partidarios de la constitución encontraron la forma de referirse a ella, sin necesidad de mencionarla: como había sido promulgada el día 19 de marzo -festividad de San José-, la bautizaron La Pepa (recuérdese que Pepe es el hipocorístico o diminutivo cariñoso de José) y así fue como surgió el grito de ¡Viva la Pepa! para reemplazar el de ¡Viva la Constitución!, considerado entonces subversivo. Por supuesto, con el correr del tiempo la expresión habría de perder toda intención política para pasar a significar desenfado, regocijo y alboroto, tal como lo utilizamos actualmente, sobre todo para dar a entender que en algún lugar reina un total y completo desorden.