Elecciones en la II República

CIUDAD REAL DEL SIGLO XX

LAS ELECCIONES DURANTE LA II REPUBLICA

Las municipales de 1931

Los procesos electorales durante la II República los conocemos con bastante precisión gracias a la memoria de Licenciatura de José Antonio Sancho Calatrava, que ha analizado cada una de las elecciones con la documentación adecuada, como son los censos electorales junto a la prensa y a otras fuentes testimoniales, comenzando por las elecciones de abril de 1931 que acarrearían el fin de la monarquía de Alfonso XIII.

En ese proceso electoral de tan singular trascendencia, pese a su carácter municipal, se presentaron en Ciudad Real dos candidaturas: La Candidatura Liberal Monárquica Constitucionalista, conocida también como Candidatura Municipal Antirrevolucionaria, y la Candidatura del Bloque Republicano-Socialista. Estas eran las principales contendientes en un proceso en que también existían opciones independientes. Sólo la primera presentaba candidatos en los cinco distritos electorales de la capital: Ayuntamiento, Catedral, Diputación, Audiencia y Hospital. La candidatura republicano-socialista no presentaba candidatos por el distrito quinto (Hospital) formado esencialmente por las tres aldeas anejas a Ciudad Real que, precisamente, por su carácter rural estaba asegurada por la candidatura monárquica. Asimismo, en el primer distrito (Ayuntamiento), tampoco se presentaban los candidatos independientes.

Proclamación de la II República desde el balcón del Ayuntamiento (15 abril 1931).

Proclamación de la II República desde el balcón del Ayuntamiento (15 abril 1931).

La candidatura monárquica contaba con el asesoramiento, el respaldo y la experiencia de cinco políticos liberales como eran Cirilo del Río, Miguel Pérez Molina, José Cruz Prado, Fernando Acedo-Rico y Emilio Bernabéu, si bien ninguno de ellos era candidato. Prácticamente todos los candidatos presentados eran monárquicos constitucionales; entre ellos estaban Lorenzo Montero, Alfredo Ballester, Augusto Piqueras, el médico Manuel Aguirre Navarro o los maestros de obras, Francisco León y Manuel Baeza. Su adscripción social era pues bastante variada, casi todos ellos pertenecientes a grupos profesionales o a actividades industriales o mercantiles.

En la candidatura republicano-socialista figuraban los nombres que, hasta ese momento, eran más representativos, por su actividad política, de esas opciones. Tales eran, entre otros, José Maestro, Fernando Piñuela, Calixto Pintor o Francisco Morayta. Exactamente la mitad de los candidatos por esa opción eran militantes del PSOE. Entre los restantes, algunos ya habían sido concejal durante el último Ayuntamiento de la Monarquía; tal era el caso del médico Francisco Morayta, militante del Partido Radical.

Busto en relieve de José Maestro, Alcalde entre 1931 y 1934

Busto en relieve de José Maestro, Alcalde entre 1931 y 1934, en la columna farola que se le dedicara como homenaje en la calle de Alarcos.

El desarrollo de la campaña electoral hacía prever la trascendencia de aquellas elecciones municipales, en las que todos tenían presente el dilema monarquía o república. La consulta de la prensa o de los manifiestos que se lanzaron por esos días dejan muy claro en qué medida toda España, incluso las pequeñas capitales o los núcleos rurales observaban con temor o con esperanza los resultados de aquella consulta que superaba con mucho los objetivos de un simple cambio en los Ayuntamientos. El 14 de marzo los políticos liberales que respaldaban la candidatura monárquica publicaban un Manifiesto al Pueblo de Ciudad Real en el que después de definir su postura de mantenido alejamiento de la Dictadura y de reafirmar su convicción monárquica liberal y constitucional, piden la colaboración del pueblo de Ciudad Real y se comprometen a resolver sus principales problemas, entre los que contaban el del abastecimiento de agua y el del alcantarillado.

No fueron todavía muy frecuentes los mítines en ese proceso de propaganda electoral, pero alguno se celebró, por ejemplo, el que la Acción Católica local organizaba el 25 de marzo, con intervención de varios de sus jóvenes militantes e incluso de un canónigo, don Juan Mugueta, Magistral de la Catedral, sobre «los deberes políticos que impone a los católicos el momento actual». Los temores que desde las diversas posturas católicas se albergaban ante la llegada de la República se basaban tanto en el acusado anticlericalismo del discurso republicano cuanto en la memoria histórica de la primera experiencia republicana en España.

Por su parte, la candidatura republicana también publicó varios manifiestos, el primero de ellos también en los días finales del mes de marzo. Quizá su mensaje era más pragmático. Sus puntos claves eran tanto la necesidad de cambio de régimen, «el ideal de una nueva España republicana», como el propósito de afrontar los problemas que se tenían como más acuciantes en Ciudad Real, tales como el del agua, el del alcantarillado o el del paro; a más de ofrecer nuevas iniciativas y creaciones como un nuevo edificio para el mercado, la construcción de una moderna Casa de Socorro, la creación de una cantina escolar o de unos jardines infantiles.

Celebró la candidatura republicana más mítines que su oponente. El primero de ellos, el 28 de marzo en la Casa del Pueblo. «No creemos en la democratización de la monarquía. Son antitéticos los conceptos de justicia, libertad y cultura y el de monarquía en España», afirmaba Fernando Pinuela. El segundo de los mítines tuvo lugar en el teatro «Cervantes, e, el 5 de abril, con intervención de algunos oradores venidos de Madrid, como la socialista Regina García. El día 8 se celebraba otro en el mismo local, también con oradores de fuera y de cierto renombre, como Eduardo Ortega y Gasset, hermano del filósofo, por el Partido Radical Socialista, y María Zambrano, en representación de la Federación Universitaria Estudiantil (FUE). El último de los mítines tenía lugar la víspera del proceso electoral en la Sociedad Obrera, sita en la calle de la Audiencia, esquina a la del jacinto.

Por parte de la prensa, mientras Vida Manchega no ocultó sus simpatías hacia el cambio de régimen y, caída la monarquía, celebró la llegada de la II República, El Pueblo Manchego alertó constantemente durante la campaña electoral a defender la monarquía, temiendo de un cambio político los mayores males. El 7 de abril escribía: «Católicos: Ved lo que sería la II República española por los ladrillos de la prensa destructora y revolucionaria. Peligra la Religión, la Patria, la familia, la honra. Peligra todo. Para evitarlo, vota íntegra la candidatura monárquica.» Figuras relevantes de la vida nacional como el general Aguilera, pedía a sus paisanos de Ciudad Real «vuestra entusiasta asistencia ciudadana a la consolidación del régimen naciente». Mientras que el obispo prior preparaba una carta pastoral de tono mesurado y conciliador, subrayando la obligación de respetar los poderes constituidos y recordando que las formas de gobierno eran «cuestión accidental para la Iglesia».

El primer gobernador republicano, Miguel Pastor Orozco, toma posesión de su cargo

El primer gobernador republicano, Miguel Pastor Orozco, toma posesión de su cargo. A su lado, el gobernador accidental, Angel Avila y el alcalde Piñuela.

El día 12 de abril transcurrió con cierta normalidad sólo turbada por pequeños incidentes en los colegios electorales. Como escribe José Antonio Sancho, «a pesar de la aparente tranquilidad de la jornada, cabe pensar de lo conocido que tanto republicados como monárquicos ejercieron cierta coacción entre los votantes: los primeros por la presencia de piquetes de jóvenes en las calles; los segundos, por medio dé sobornos materiales». Según el Anuario Estadístico, el índice de participación fue alto, un 81 por 100, superior en 14 puntos a la media nacional. De hecho, sería en Ciudad Real la más alta participación de votantes en todos los procesos electorales de la 11 República.

El resultado de las elecciones fue favorable a la candidatura republicana, que obtenía 16 de los 24 concejales a elegir, correspondiendo los otros ocho a la candidatura monárquica. Esta sólo triunfó en el distrito quinto, como estaba previsto, de componente rural formado por las aldeas anejas de La Poblachuela, Las Casas y Valverde. De la candidatura republicana, el grupo socialista era el más votado, con ocho concejales.

Los resultados obtenidos y el eco de lo que estaba sucediendo en Madrid y en otras capitales crearon un ambiente de efervescencia popular que se tradujo en una concentración frente al edificio del Gobierno Civil. El socialista Fernando Piñuela comunicó desde la Casa del Pueblo que el acto de proclamación de la República se celebraría al día siguiente a las diez de la mañana.

Miguel Maura cuenta en sus Memorias cómo, constituidos en Gobierno Provisional de la República, tomaron posesión del Ministerio de la Gobernación, en la Puerta del Sol, y desde allí, por teléfono, fue cambiando a todos los gobernadores civiles de España. Obedeciendo esta orden, confirmada por telegrama, a las 22,40 del día 14 era depuesto el gobernador monárquico Miguel Angel Rivera y quedaba como gobernador interino el presidente de la Audiencia, Angel Avila. Unos días después tomaría posesión el primer gobernador republicano, el abogado jienense Miguel Pastor Orozco. También esa misma noche del día 14, la junta Republicana Local nombraba alcalde provisional a Fernando Piñuela, al frente de una junta permanente municipal formada por Francisco Morayta, José Maestro, Justino Espadas, Manuel Novés y Antonio Vargas.

El día 15, tras una multitudinaria concentración en el Parque, era proclamada la República desde el balcón del Ayuntamiento; a las tres de la tarde se reunía por primera vez en sesión, tras haber retirado de la sala la imagen del Corazón de Jesús y el retrato de Alfonso XIII.

Elecciones generales de 1931

El primer proceso electoral del nuevo régimen, tras su implantación como consecuencia de los comicios municipales del mes de abril, fueron las elecciones generales del 28 de junio. Eran las primeras que convocaba el Gobierno Provisional de la República y de las que iban a salir sus primeras Cortes, cuyo objetivo fundamental era la elaboración de un marco constitucional acorde con el nuevo régimen. La formación de candidaturas estuvo condicionada, al menos en provincias como la de Ciudad Real, por dos circunstancias: por la necesaria militancia o adhesión de los candidatos al régimen republicano y por la existencia de unas redes caciquiles que si habían sido eficaces durante el fenecido régimen monárquico iban a ser utilizadas también con singular efectividad por la nueva situación, sin olvidar el peso que el Ministerio de la Gobernación y sus inmediatos agentes, los gobernadores civiles, tenían en este tipo de provincias de escasa movilidad política, para preparar candidaturas progubernamentales o imponer candidatos «cuneros» a falta de otros más arraigados en la región. En esto los malos hábitos del régimen de la Restauración no se modificaron sustancialmente, pues la realidad socioeconómica sustentante tampoco había cambiado.

La defección de las opciones monárquicas en el inmediato mes de abril y el apasionado fervor republicano explican que no se presentara ninguna candidatura monárquica. Con el matiz de izquierda o de derecha, todas las candidaturas se presentaban como republicanas. Incluso alguna figura señera del anterior proceso electoral, sustentador de la candidatura monárquica, como era Cirilo del Río, pronto acataría el nuevo régimen y se presentaría en una de las opciones republicanas.

Muy trabajoso fue superar el dilema de presentación de candidatura de forma separada o elaboración de candidaturas conjuntas. Después de muchas reuniones, consultas a Madrid a las ejecutivas de las incipientes opciones republicanas y de innumerables tensiones, se llegó a configurar la Conjunción Republicano-Socialista que se presentaría en una misma candidatura, logrando un difícil equilibrio, llamado a quebrarse muy pronto, entre los diferentes grupos políticos que la sustentaban. Se atribuían tres candidatos al PSOE, dos a Derecha Liberal Republicana, dos a Alianza Republicana y uno al Partido Radical-Socialista. Al fin, la candidatura quedaría formada por Eduardo Ortega y Gasset y Joaquín Pérez Madrigal, por los radical-socialistas; Fernando Piñuela, Antonio Cabrera y Antonio Cañizares, por los socialistas; Gumersindo Alberca, Pedro Vicente Gómez y Aurelio Lerroux, por Acción Republicana y Alianza Republicana.

La principal candidatura de la derecha, ausente como hemos indicado cualquier opción monárquica, estaba formada por candidatos del Partido Radical y de la Derecha Liberal Republicana. Eran éstos: Manuel Ossorio Florit, Cirilo del Río, Juan García Caminero, Daniel Mondéjar-Fúnez, Germán Inza, Isaac de Lis, José Luis Rodríguez y Aurelio Lerroux. Quizá lo más curioso de esta candidatura era la abundancia de candidatos «cuneros», cosa frecuente en la trayectoria electoral de esta provincia, la presencia de Cirilo del Río en las filas de la Derecha Republicana y la presencia en ambas candidaturas del sobrino e hijo adoptivo de don Alejandro Lerroux, Aurelio, aunque él se apresurase a aclarar que había sido un error su inclusión en la candidatura de la izquierda. También resultaba chocante y así lo denunció la prensa conservadora de Ciudad Real la presencia de un hombre de manifiesto talante anticlerical como el general García Caminero, que había sido gobernador militar de Málaga durante los incidentes del mes de mayo en que, como en Madrid, fueron incendiados numerosos templos. El Pueblo Manchego alertaba: «Ningún católico, ninguna persona de orden, amante de la religión, la propiedad y la familia, debe en conciencia votar al general García Caminero.» En esa candidatura, el hombre más ligado a Ciudad Real era el abogado del Estado Daniel Mondéjar.

Junto a estas dos candidaturas se presentaba también la liberal-demócrata, formada por hombres muy ligados a Melquíades Alvarez y al antiguo Partido Reformista. Tenía tal opción escasa implantación nacional y, en nuestra región, carecía de raíces. La formaban seis candidatos encabezados por Tomás Romero Martín-Toledano, un abogado y periodista nacido en Herencia. Por último, se presentaban también a los comicios algunos candidatos independientes, como Ramón Díez de Rivera, marqués de Huétor de Santillán, que ya había sido diputado a Cortes en 1920 por el distrito de Almagro.

La campaña que, en el plano nacional, fue bastante tranquila, en esta provincia y sobre todo en la capital menudeó en incidentes de violencia más verbal que material, que se evidenció en las páginas de la prensa y, sobre todo, en la acción de reventadores de mítines que impidieron el normal desarrollo de algunos de ellos, por ejemplo, del que la candidatura de la derecha intentaba celebrar en el Teatro «Cervantes» el 23 de junio, en el que no se dejó hablar a los oradores, acallados por el continuo abucheo y el lanzamiento de objetos.

En la consulta electoral que contaba con algunas novedades en su desarrollo, como la rebaja de la edad de los votantes de veinticinco a veintitrés años, aunque todavía sólo los varones, no hubo incidentes de mención. El índice de participación fue alto, con una media del 73,5 por 100 que, por distritos, oscilaba entre el 77,4 por 100 de participación en el distrito de Audiencia y el 70,3 por 100, el más bajo, en el de Diputación.

Efectuado el escrutinio, la Conjunción Republicano-Socialista obtenía un marcado triunfo, con un 66 por 100 de los votos, seguida de la candidatura de la derecha, con un 18,8 por 100, de los liberales-demócratas, con un 8,47 por 100, y de los candidatos independientes, con un 6,32 por 100. Así, los republicano-socialistas habían mejorado en Ciudad Real en 20 puntos los resultados provinciales. El socialista Fernando Piñuela era el candidato más votado, con 3.153 votos. En la candidatura de la derecha era Aurelio Lerroux el más votado, con 1.383 votos, seguido de Daniel Mondéjar, con 1.026. Tras los resultados, Vida Manchega comentaba: «Ahora a exigir la defensa de nuestra provincia, a la par que la de la Nación. La defensa de nuestra provincia que casi siempre estuvo borrada del mapa políticoeconómico gubernamental, cuando de reformas y mejoras se trataba. A ver si es posible que deje de ser la Cenicienta.»

Elecciones de 1933

El desgaste que habían sufrido los partidos gobernantes durante el primer bienio republicano, con incidentes tan graves como los de Castilblanco, Arnedo y, sobre todo, Casas Viejas, unido a la recuperación de los partidos de la derecha y a su decisión de una política de conjunción, condicionan las elecciones de noviembre de 1933. Por otro lado, la nueva ley electoral con que aquéllas fueron convocadas, la ley de 27 de julio de 1933, introducía, por primera vez en la práctica electoral española, una importante novedad: el voto de la mujer.

Aunque de hecho no se lograse una auténtica unión de las derechas para el convocado proceso electoral, se llegarían a conformar en la provincia dos candidaturas que representaban ideológicamente tal opción, la integrada por Acción Agraria Manchega, el Partido Republicano Conservador de Miguel Maura y representantes de la clase patronal, y la integrada por los progresistas, los radicales y diversos candidatos autónomos. La primera de ellas, presentada como candidatura antisocialista, había surgido principalmente del grupo político que en la provincia representaba a la Acción Popular de Gil Robles, la Acción Agraria Manchega. Los tres candidatos que, desde un principio, optaban al acta de diputado por tal agrupación eran Luis Montes y López de la Torre, comandante de Estado Mayor retirado y agricultor, de Calzada de Calatrava; José María de Mateo Laiglesia, abogado y presidente provincial de tal agrupación política, y Luis Ruiz Valdepeñas, agricultor de Daimiel. Los hombres que optaban por el Partido Republicano Conservador eran el abogado del Estado Daniel Mondéjar, el abogado y agricultor de Valdepeñas Juan Baillo Manso y el teniente coronel retirado y también agricultor Carlos Borrero. Por las agrupaciones patronales se presentaban Andrés Maroto y Francisco Yébenes, también ambos agricultores, de La Solana y Almodóvar, respectivamente.

Fue lento y difícil llegar a la confección final de la candidatura antisocialista que, por fin, quedó constituida por Luis Montes, José María de Mateo, Luis Ruiz Valdepeñas, Daniel Mondéjar y Andrés Maroto. En la otra candidatura de la derecha, conocida como Coalición Republicana, formaban miembros del Partido Radical, del Radical Socialista y del Progresista, a más de un candidato del Partido Republicano Conservador que tenía así nombres en las dos candidaturas. La encabezaba Cirilo del Río, con Rafael Salazar Alonso, a la sazón presidente de la Diputación de Madrid, Francisco Morayta Martínez, hijo de Morayta Serrano, Enrique Izquierdo Jiménez, Gumersindo Alberca, Alberto García López y Fidenciano Trujillo. La base de esa candidatura eran los cuatro miembros del Partido Radical.

Por parte de la izquierda, se presentaba una candidatura socialista y otra comunista. En la primera formaban nombres como Fernando Piñuela, José Maestro, Antonio Cabrera, Antonio Cañizares, Benigno Cardeñoso y Marino Saiz, junto a figuras del socialismo madrileño como Andrés Saborit o Regina García. De la candidatura comunista, quizá por el escaso eco de su campaña y por los nulos resultados que obtuvo en la votación, no conocemos más que los apellidos de los candidatos: Sánchez, Peña, Arrovo, Carrión, Gallardo, Agudo, Galán y Estudillo.

El líder del partido Republicano Radical, Alejandro Lerroux, en un mitin en la Plaza de Toros (1933).

El líder del partido Republicano Radical, Alejandro Lerroux, en un mitin en la Plaza de Toros (1933).

La campaña electoral se desarrolló con más medios y de forma más moderna que las anteriores. A la acción de la prensa, en esta ocasión sólo representada en la capital y casi en la provincia por el conservador Pueblo Manchego, ya que Vida Manchega había dejado de publicarse en enero de ese año, se unieron los mítines en teatros y espacios abiertos, v la difusión de octavillas, repartidas desde automóviles o, gran novedad, desde avionetas. En la provincia Acción Popular estableció una base de avionetas en Daimiel. Este moderno v efectivo método de propaganda electoral fue inmediatamente prohibido por el Gobierno, con lo que se volvió al sistema de automóviles que, en número de cincuenta, el citado partido de la derecha movió por la provincia durante la campaña.

Fue violenta la campaña verbalmente y tuvo incluso algún brote de más dramática violencia física, de la que fue ejemplo el asesinato del militante de Acción Popular Agraria José Ruiz de la Hermosa tras un mitin que, en Daimiel, celebraba el Partido Socialista.

Toda la campaña de la derecha, basada en la tradición católica de España, como reacción a la política anticlerical llevada desde el Gobierno, y en la defensa de la propiedad y de la familia, prometía en regiones como la manchega ala restauración de todos los valores del alma regional que es el alma de España» y la revisión de la Ley de Reforma Agraria, con el comienzo de «una política agraria y agrícola basada en la creación de pequeños propietarios v en la revalorización de la producción triguera, aceitera y vinícola».

Por su parte, la candidatura de Conjunción Republicana, formada, como hemos indicado, por radicales y progresistas, se presentaba como una opción de centro que intentase superar la polarización de izquierdas v derechas que, tanto a plano regional como nacional, se estaba produciendo.

Las candidaturas de la izquierda se ofrecían, en este proceso electoral, con menos vitalidad y empuje que en anteriores consultas. No en vano habían pasado dos años de Gobierno en los que el PSOE se había desgastado mucho y tenía, explicablemente, numerosas reservas a presentarse en coalición con otras fuerzas políticas. En Ciudad Real, donde ni siquiera contaba con una prensa que le sirviera de cauce de propaganda, su campaña se limitó a dos mítines celebrados en el teatro «Cervantes», el 29 de octubre y el 17 de noviembre. Por su lado, la candidatura comunista sólo celebró un acto de propaganda en los locales de la Sociedad Obrera, en el que hubo cierta tensión por la actitud reventadora de algunos militantes anarquistas.

Como hemos indicado, la novedad que presentaba este proceso electoral que daba el voto a la mujer supuso una gran actividad para recabar de ese importante sector electoral el apoyo a las opciones que competían. La prensa conservadora de Ciudad Real, la única que intervino en aquella campaña, dedicó numerosos artículos para ganarse el voto de la mujer. El Pueblo Manchego dedicó entre el 16 y el 24 de octubre una serie de artículos con el título «Cartas a la mujer manchega», firmados por «Paz», insistiendo en el papel trascendental que ahora podía jugar la mujer, sin tener que someterse en su decisión electoral a la opinión de su marido, pues, como afirmaba, «Dios es nuestro divino legislador y sólo a El hay que someter los actos de nuestra vida». Antes bien, podía con su ejemplo y con su consejo influir en el voto de hijos, sirvientes e incluso del propio cónyuge. «Nuestras voluntades han de sumarse como una sola potencia al servicio del santo ideal: Dios y Patria. Lancémonos pletóricas de entusiasmo para tomar parte en la cruzada que la mujer española herida en sus más sagrados ideales está llamada a realizar», arengaba en uno de sus artículos. Confiando en el éxito, concluía el 31 de octubre: «Con el triunfo de la mujer católica en las urnas desparecerá la fiebre laica y socializante.» Tal aportación de la mujer haría que las próximas Cortes fueran «contraveneno de las pasadas».

La jornada electoral del 19 de noviembre transcurrió con normalidad en Ciudad Real. Como era característico en la época, la mayor afluencia de votantes se producía en las primeras horas. Era de rigor que las «gentes de orden» utilizasen esas horas tranquilas y evitasen las finales de la jornada donde solían ser más frecuentes los incidentes y altercados en las puertas de los colegios electorales: en época de un fuerte componente religioso de la actividad pública, era también norma ejercer el derecho al voto a la salida de misa. Así incluso lo aconsejaba la propaganda de algunos partidos de la derecha. El hecho es que hacia las 11 de la mañana ya había votado casi un 60 por 100 del total del censo.

El obispo Dr. Estenaga vota en las elecciones de 1933.

El obispo Dr. Estenaga vota en las elecciones de 1933.

A. F. H. N. de E.

(Legado López de la Franca)

Los resultados del proceso fueron favorables a los partidos de la derecha. Aunque en muchas circunscripciones derechas e izquierdas tuvieran resultados semejantes o incluso claramente favorables a estas últimas, la división de los partidos de la izquierda frente a las coaliciones electorales que había logrado la derecha les perjudicaba claramente, dado el criterio de la ley electoral vigente de evitar la disgregación de grupos parlamentarios y premiar las mayorías.

En la provincia, la CEDA obtenía 14 escaños, seguida de los radicales con nueve y de los socialistas con cinco, mientras que los comunistas no conseguían representación parlamentaria. Los candidatos Mondéjar, Ruiz Valdepeñas, Montes, De Mateo y Maroto eran elegidos diputados.

En la capital, y siguiendo datos de El Pueblo Manchego, pues el Boletín Oficial de la Provincia no publicó tales datos, José Antonio Sancho afirma que hubo un 68,84 por 100 de votantes, siendo el distrito de mayor participación el de Audiencia, con un 70,21 por 100, y el de menor el de Hospital, con un 65,95 por 100. Como se puede apreciar, la abstención había crecido respecto de anteriores elecciones. En conjunto, se produjo «una polarización del electorado capitalino en torno a dos tendencias contrapuestas, despreciando a la opción moderada de centro que ofrecía la Conjunción Republicana, la cual pierde aquí su papel de árbitro que en el ámbito nacional ostenta con el 26 por 100 de los votos expresados».

Anuncio en «Vida Manchega»

Anuncio en «Vida Manchega». de la candidatura republicana progresista, en la campaña electoral de febrero de 1936.

Ambas candidaturas, socialista y antisocialista, quedaron en la capital muy similares en votos y muy distantes de las otras presentadas, republicanos, comunistas e independientes. Estos dos últimos ni siquiera llegaron al 1 por 100 de los sufragios emitidos. La polarización, por tanto, se hizo muy visible. Por contra, en la provincia la candidatura antisocialista fue muy por delante, con un 40,42 por 100 de los votos, seguida de la socialista con un 30,67 por 100, mientras la conjunción republicana obtenía el 26,26 por 100, los independientes el 2,33 y los comunistas quedaban aún por debajo de sus resultados en la capital con un 0,29 por 100. Así sólo la candidatura antisocialista sobrepasaba el 40 por 100 necesario, según la ley electoral, para aspirar a los ocho escaños reservados a las mayorías. La derecha podía proclamar su satisfacción en las páginas de El Pueblo Manchego: «Dios suscitó frente a esta agresión constante y provocadora al hombre y a los elementos necesarios: José María Gil Robles y el voto de la mujer.»

Las elecciones de febrero

En un clima apasionado se desarrolló la campaña electoral de 1936. En aquellos comicios se presentaban tres formaciones, la derecha, el centro y la constituida por el Frente Popular. Fue imposible llegar a una candidatura única de la derecha a causa de los enfrentamientos entre la CEDA y uno de los políticos más destacados de la provincia, don Cirilo del Río, a la sazón ministro de Obras Públicas en el gabinete presidido por Portela Valladares. La juventud de Acción Popular Manchega (JAPAM) consideró como una traición el desempeño de aquella cartera ministerial. Repulsa acentuada cuando se decía que el propio presidente del Partido Agrario en la provincia, Daniel Mondéjar, iba a ser llevado por Cirilo del Río a la subsecretaría de su ministerio. Todo ello contribuyó a que se excluyesen de una posible candidatura de la derecha a los correligionarios de don Cirilo, a los «centristas portelistas», y se formase la candidatura el 23 de diciembre de 1935 sólo con cedistas y monárquicos.

Dada la escasa implantación social de la prensa, limitada siempre a sectores minoritarios y ya con clara intención política, la derecha tenía en Ciudad Real la ventaja de contar con el único periódico que por entonces se publicaba, El Pueblo Manchego, en cuyas páginas no eran acogidos los programas o la información de los partidos de la izquierda. Hubo además una clara y decidida intervención del clero en aquella campaña en contraste con la relativa asepsia y la prudencia que había mostrado en las anteriores elecciones de 1931 y de 1933. El propio obispo Esténaga o el canónigo Magistral don Juan Mugueta intervinieron en numerosos actos religiosos de marcado carácter político o firmaron artículos pidiendo el voto para los partidos de la derecha, advirtiendo de los peligros que suponía el voto al Frente Popular.

Celebradas las elecciones el 16 de febrero, los resultados en la provincia de Ciudad Real difirieron con mucho de los nacionales que dieron el gobierno al Frente Popular. Con un 73,2 por 100 de participación, los candidatos de la derecha obtuvieron una clara mayoría, hasta el punto de conseguir ocho diputados frente a los dos logrados por el Frente Popular. Mientras, en la ciudad, la tendencia venía a coincidir con la nacional. La candidatura del Frente Popular fue la más votada, vencedora en tres de los cinco distritos de la capital, y José Maestro el candidato más votado, mientras que por la derecha lo era Daniel Mondéjar. El día 22 de febrero se constituía el nuevo Ayuntamiento y al día siguiente tomaba posesión el nuevo gobernador civil, Francisco Muñoz Ocaña. El Consejo de Ministros había acordado que tras las elecciones se llevara a cabo « la inmediata reposición de todos los ayuntamientos que en su totalidad o en parte se hallen suspensos actualmente,>. Se eligió Alcalde Presidente a Antonio Vargas Jiménez, con carácter interino, pues las elecciones municipales deberían celebrarse en abril.

Los continuos enfrentamientos entre el Partido Socialista y el gobernador civil, del que se pedía frecuentemente su dimisión, llevaron al relevo de éste por otro militante de Izquierda Republicana, Germán Vidal Barreiro, que tomaba posesión el 6 de junio