Bernardo Mulleras García, Ciudad Real, 18-06-1877 – 17-10-1954. Médico
Hace 100 años...un día como hoy, 2 de agosto de 1921, la prensa local se hacía eco de un homenaje en forma de banquete que ofrecieron los obreros en honor del doctor don Bernardo Mulleras en la sede de la Sociedad Obrero Benéfica de Ciudad Real. El acto es definido como simpático y muy bien organizado.
Bernardo Mulleras García era un reconocido médico nacido en Ciudad Real el 18 de junio de 1877 donde murió también el 17 de octubre de 1954. En 1921 era el Presidente del Casino de Ciudad Real y diputado provincial.
La Sociedad Obrero Benéfica de Ciudad Real nació en 1904 para que, a cambio de una cuota, los obreros tuvieran un socorro diario cuando se encuentren enfermos, prestándoles protección y facilitándoles los medios de mejorar su condición moral e intelectual. La sede estuvo inicialmente en una habitación de la calle del Gato hasta 1913, año en el que se inauguró la que sería su sede permanente hasta la desaparición de la sociedad en 1939 y que estaba situada en la esquina entre las calles Jacinto y Moret (hoy Elisa Cendrero).
Bernardo Mulleras llegó a ser Presidente de la Diputación Provincial entre 1926 y 1930 de la que ya había sido diputado provincial en el periodo comprendido entre 1892 y 1901 como independiente y, como ya se ha mencionado, en 1921 como liberal. Durante su mandato amplió el Hospital Provincial con la intención de que fuera uno de los mejores de España.
Pero ante todo, Bernardo Mulleras fue médico, un gran médico; así en "Efemérides manchegas", Francisco Pérez Fernández le define así: "don Bernardo Mulleras fue un apóstol de la Medicina. Apóstol en el más amplio sentido de la palabra. Ejerció únicamente por hacer el bien, sin miras lucrativas. Todos sabemos que murió más pobre que vivió. Jamás pasó factura ni recibo a su numerosa clientela. La pagaban –si le pagaban- cuando querían, cobraba su sueldo de la Beneficencia y nada más. A nadie negó su auxilio: ricos y pobres le tuvieron siempre dispuesto con su bagaje científico y más aún con su arte clínico extraordinario y personal. Él decía siempre que convenía dejar obrar a la naturaleza, la más sabia de todas las ciencias, y que la, labor del médico consistía en procurar con sus recetas no perjudicar al enfermo, sino ayudar a esa naturaleza. Con tal criterio ejerció y la verdad es que siempre con resultados positivos. Cuando salía de visitar en las casas humildes, dejaba unas monedas de plata para ayudar a la adquisición de medicinas o alimentos". Esta forma de proceder le llevó a salvar la vida en los inicios de la Guerra Civil.
La calle que une la Plaza de Cervantes con la calle General Aguilera lleva su nombre y en ella hay una placa conmemorativa.
Fuente: Red de bibliotecas